POR: JORGE EBRO
Durante algún tiempo Raisel Iglesias vivió a la sombra benigna de Aroldis Chapman. Cada vez que veía al espigado zurdo en el montículo, el lanzador de los Rojos se imaginaba en el mismo puesto que su compatriota, cerrando el noveno, sacando el último out, haciendo el gesto de la victoria.
Cuando Chapman partió hacia los Yankees, Iglesias le tomó el pulso a la oportunidad y le hizo saber a Cincinnati de manera clara que no había otro mejor candidato para taponar el juego que él mismo.
“Aprendí muchas cosas de Aroldis”, explicó Iglesias, de 27 años. “Aroldis es un gran lanzador. Indiscutiblemente, es el mejor cerrador del mundo. Aprendí de su manera de prepararse, de su manera de lanzar. Me gustaba mucho verlo trabajar”.
Hoy nadie se atreve a disputarle el puesto de taponero a Iglesias, pero al principio de la temporada pasada los planes de los Rojos eran muy distintos, al punto que le confirieron el alto honor de ser el lanzador en el choque inaugural de la temporada.
Pero ser abridor no estaba en su camino. Su estancia en la rotación se vio marcada por cansancios y lesiones, especialmente una molestia en el hombro que le costó mes y medio en la lista de inhabilitados y le hizo replantear su futuro dentro de la organización.
Aunque había mostrado cierta promesa como abridor al exhibir foja de 4-8 con 3.88 de efectividad en 21 aperturas, problemas de fatiga indicaban que tal vez no sería lo más adecuado someterlo al tremendo trabajo de 100 envíos cada cinco días, de ahí que lo colocaran en el bullpen.
“Me fui al bullpen porque estaba teniendo problemas en el brazo, sentía apretones en los músculos y los tendones debido a la cantidad de lanzamientos”, afirmó el ex lanzador de Isla de Pinos en Series Nacionales. “Creía que también le resolví una situación al equipo, porque estábamos teniendo problemas en el bullpen. Las cosas han ido saliendo”.
COMO PEZ EN EL AGUA
Por el momento, Iglesias luce como pez en el agua en su nuevo puesto y los Rojos han notado como la velocidad se ha incrementado: su recta que marcaba 91 millas en abril del 2017, subió 96 a fines de esa contienda y ahora se sostiene entre 98 y 100.
Chapman, sin duda, estaría orgulloso de la velocidad de su compatriota.
Mentalmente también es otro, en dominio total de la situación, y en 49.2 entradas como relevista exhibe una fabulosa efectividad de 1.45 con 60 ponches y solo 17 bases por bolas.
“Siempre me enfoco en cuidar mucho mis números: que no se me embasen tantos hombres por inning, cuido de no dar muchas bases por bolas”, afirmó el que fuera miembro del equipo Cuba. “Me siento seguro de mi mismo, porque trabajo mucho en el control y no me dejo arrastrar por la presión”.
Y así, sin hacer mucho ruido, el hombre con el número 26 en la espalda se ha convertido en uno de los mejores -17 rescates en 18 oportunidades- taponeros del momento en las Mayores, como Chapman.
“El número 26 lo he usado toda mi vida, desde que empecé a jugar pelota a los seis años”, reveló Iglesias, quien en el 2007 firmó un pacto de $27 millones por siete campañas con Cincinnati . “Siempre lo he tenido y no pienso dejarlo nunca”.