Por Jorge Ebro
Cuando despertaron en las Menores, la esperanza todavía estaba ahí. Pero ahora disminuida, escuálida, con un ala rota. Rusney Castillo y Yasmany Tomás no quieren aceptarlo, como debe ser. La realidad indica, sin embargo, que pasarán el resto de sus contratos y tal vez de sus carreras en pueblitos perdidos de la geografía estadounidense.
La granja, ese lugar tan emocionante para un prospecto, puede ser un sitio terrible para otros que ven como el tiempo se va convirtiendo en el cancerbero de sus proyectos, cada vez más lejanos, sin fecha de cumplimiento.
Castillo fue enviado a las Menores el 13 de marzo, Tomás el 19. A ambos les restan dos años de contrato con sus respectivos equipos, Medias Rojas y Diamondbacks, conjuntos resignados a tirar por la borda los $72.5 millones que le ofrecieron al de Ciego de Avila y los $68.5 millones otorgados al habanero.
Qué lejos parecen los días en que ambos parecían el futuro más firme de Cuba en las Grandes Ligas, cuando la moda era firmar peloteros de la mayor de las Antillas costase lo que costase, con bonos de miedo, sin pensar en consecuencias ni mañanas. Epoca alocada, de Vacas Gordas y millonaria danza.
Si era de Cuba, parecían decir los ejecutivos del béisbol, tenía que ser bueno.
¿Y acaso no lo son? Castillo ha sido campeón de bateo y Jugador Más Valioso en Triple A, Tomás finalizó la primavera con .448 de promedio y hace unas temporadas atrás pegó 31 cuadrangulares, ¿cómo pudieran caer tan en desgracia a los ojos de sus empleadores?
Creo que Tomás y Castillo podrían estar perfectamente en alguna de esas 11 franquicias –Miami es un ejemplo de ello- en pleno proceso de reconstrucción, por encima de otros peloteros que militan en las Grandes Ligas.
Pero el aspecto financiero pesa como una lápida. El mismo proceso que los convirtió en peloteros millonarios los condena, en parte, a percibir sus salarios en las Menores, lejos de la tan temida tasa de los impuestos de lujos y las penalidades leoninas.
Todo apunta a que ambos concluirán los términos de sus contratos lejos de los reflectores que alguna vez persiguieron. Es una lástima. A los 28 años, Tomás –irá al arbitraje en el 2021- debe entrar en ese momento cumbre que en inglés denominan “prime’’ y describe la etapa mejor de un pelotero. A los 31, Castillo lo está viviendo…en Triple A.
Fueron convidados de piedra a la primavera. Fuera del roster de 40 peloteros, era sabido que las opciones de ellos eran reducidas para vestir uniforme el Día Inaugural, pero siempre quedaba una esperanza lejana, aunque fuera escuálida, con un ala rota. Y sin duda, es lo último que se pierde…