Por Jorge Ebro
Alguna vez la palabra tuvo un peso específico entre los cubanos. Al menos la palabra empeñada, la promesa de un compromiso. Un apretón de manos valía más que un contrato legal en otros tiempos, cuando mentir era la ofensa más grande del mundo y la inocencia se respetaba como moneda corriente.
Todo parece indicar que a Guillermo Carmona le ofrecieron lo más cercano a un pacto verbal para dirigir a Industriales, ese equipo que va cosechando odios y afectos a partes iguales, sin dejar nada ni nadie indiferente. Tal vez no como en el pasado, pero aún con un peso brutal en el nombre.
¿A quién les recuerda esta mínima descripción? Víctor Mesa.
Evidentemente, las palabras de compromiso con Carmona fueron perdiendo peso mientras que las pronunciadas a Mesa ganaron en poder, al punto que hoy el legendario pelotero de Las Villas está ya con mando en plaza en la capital cubana, donde también estrenará uniforme su hijo Víctor Víctor.
Quiero recalcar la palabra: legendario. Mi admiración por el Mesa pelotero es inquebrantable por encima de cualquier consideración, época y nivel pelota que haya jugado. Fue uno de esos héroes con los cuales crecí, cuando otros me fueron negados por la tozudez e inflexibilidad de quienes gobernaban Cuba.
Otra cosa a dejar en claro, Mesa -quiero creerlo así- no posee nada de responsabilidad en esta intriga palaciega que acaba de echar a un lado a Carmona, un hombre al que le dijeron una y otra vez que era el candidato firme y único, que le pidieron seguir la provincial para ver bien a los futuros miembros del club, y dejó un contrato de trabajo en Italia para ocupar el puesto de manager azul.
¿Cómo creció la candidatura de Mesa?
Tras la renuncia de Javier Méndez por razones totalmente entendibles como el cuidado de la salud de su hija, algo pasó en algún nivel de mando que hizo reconsiderarlo todo. No tengo pruebas, pero me atrevo a decir que la decisión se tejió más arriba que en la comisión provincial de béisbol.
Los funcionarios intermedios siempre han sido meros recaderos entre el poder real y la calle. La iniciativa local se paga caro, por eso todo se consulta. La cadena de ordeno y mando es inviolable en sistemas como el cubano, hasta para lo relacionado con el deporte y más si se trata de los Industriales, mucho más.
También algunos periodistas auparon a Mesa y eso tampoco lo cuestiono. Están en su derecho. Ojalá también señalaran candidatos para otros puestos más importantes que sí inciden en la vida del hombre de a pie. ¿Un manager de Industriales?, pues vendrán otros luego sin que haya que rasgarse las vestiduras y sin que afecte el nivel de vida ni los precios en el mercado.
Lo cuestionable aquí es el método, el dedazo que pasó de una figura a otra, violando un compromiso de ese tipo que podría describirse como «de hombre a hombre». Ya no hay marcha atrás. La decisión tomada está y quizá funcione. Tal vez Mesa obre en La Habana el renacimiento de Matanzas. Probablemente alcance el título tantas veces negado.
Víctor Mesa, con su personalidad abrasadora, no va a dejar piedra sobre piedra en el Latinoamericano hasta que el equipo juegue como él quiere, a su imagen y semejanza. Se le desdeñará en las derrotas y se le adorará en las victorias. La afición tiene memoria corta y ama al vencedor. Víctor es un ganador, no del juego grande, pero sí del maratón de la temporada. Industriales recuperará vigencia y relieve. Es lo que se espera.
Pero que no se olvide la injusticia alrededor de Carmona, el hombre que creyó en las palabras de funcionarios de poca estatura, bajo la creencia de una justicia verbal posible en un sitio donde desde hace tiempo la inocencia está de paso.