La solución fue chica para un problema grande. Separar los dedos índice y del medio durante el agarre, y cruzarlos de manera transversal encima de las costuras de la pelota fue todo lo que necesitó Aroldis Chapman para recuperar a tiempo su titularidad como cerrador de los Yankees.
En mejor tiempo no pudo llegar la idea del coach de pitcheo de Nueva York, Larry Rothschild, quien sabe mejor que nadie la importancia de una pulgadas bien colocadas a la hora de dominar la bola.
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No solo Chapman recupero su puesto como cerrador, sino que dota a los mulos de la misma arma con la cual contaron los Cachorros la temporada pasada en los playoffs, un verdadero caballo de hierro en el bullpen.
Más allá de la ofensiva tremenda de los Yankees, capitaneada por Aaron Judge y Gary Sánchez, y de lo que pueda hacer Luis Severino -la tercera mejor efectividad en la Americana con 2.98-, la mayor fuerza de Nueva York recae en un bullpen de lujo, donde además de Chapman sobresalen Dave Robertson y Dellin Betances.
El cuerpo de relevo de los bombarderos permite un promedio ofensivo a los bateadores rivales de .205, el más bajo en el joven circuito, con 653 ponches en 588.1 entradas, como si fueran un muro impenetrable.
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Si Severino logra caminar seis o siete entradas este martes ante una alineación de los Mellizos de Minnesota que encabeza el poderoso Miguel Sanó -quien estuvo casi dos meses en la lista de inhabilitados y regresó apenas unos días-, el bullpen de los Yankees podría sentenciar este juego de comodín de la Liga Americana y depositar a su equipo en la Serie Divisional.
Chapman, por encima de todos, tendrá un papel capital. Después de un inicio de segunda mitad donde su mecánica quedó hecha pedazos, los Yankees y Rothschild, se dieron a la tarea de restablecer su dominio y su confianza.
Antes de encontrar la respuesta a sus males, Chapman recordaba al más pedestre de los relevistas y durante un lapso de seis actuaciones su promedio de carreras limpias se elevó a 10.50, obligando al manager Joe Girardi a sacarlo de la responsabilidad de sacar los tres últimos outs.
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La respuesta al cambio del agarre con las cuatro costuras y la separación de los dedos: Chapman finalizó con un septiembre perfecto con efectividad de 0.00 en 11 actuaciones que sumaron 12 entradas, solo tres hits permitidos y una correlación de 17 ponches y dos bases por bolas.
Nuevamente, Chapman ha vuelto a ser la Bestia Negra de los cerradores, el temible lanzallamas, el mismo que Joe Maddon utilizó hasta el cansancio en la postemporada pasada, ese que valió un contrato de $86 millones.
Sin duda, Minnesota es un adversario formidable, que mejoró sustancialmente su defensa -el lado débil del 2016- y desde el 8 de agosto lideró la Liga Americana en carreras anotadas y cuadrangulares. Parte del crédito de esta transformación recae en el manager Paul Molitor, un maestro tremendo.
Pero estos Baby Bombers -más la experiencia de un Matt Holliday y la entrega de un Brett Gardner- parecen listos para dar un salto enorme en la curva del crecimiento. Si algo puede hacer la diferencia es el bullpen, si alguien puede sobresalir en el bullpen ese es Chapman.