Por: Boris Luis Cabrera Acosta
Lo sucedido en el Calixto García de Holguín en la serie que acaba de finalizar entre los anfitriones y el equipo de Industriales ha vuelto a levantar una nube de polvo. Peleas, expulsiones masivas, mal comportamiento de algunos aficionados y gestos obscenos son algunos puntos oscuros que han matizado este fin de semana.
La indisciplina en el terreno de juego es un cáncer que tenemos que extirpar de raíz, y que nada tiene que ver con nuestro ímpetu latino ni con nuestra idiosincrasia. Este mal está arraigado en nuestros atletas desde las categorías inferiores y mucho tienen que ver en ello profesores o directores de equipos.
Es increíble como vemos a niños en campeonatos provinciales ponerle cara de pocos amigos a los lanzadores cuando le pegan la bola o comenzar una riña después de un deslizamiento fuerte, o peor aún, propinar pelotazos ordenados por sus directores, bajo la aprobación de los padres o de los parciales que se encuentran en el estadio.
Esa falsa educación de “macho alfa”, esa “guapería barata” o esas reglas no escritas del béisbol no las podemos permitir bajo ningún concepto en nuestro país.
En estos campeonatos, los árbitros (muchas veces “el árbitro”), nada pueden hacer ante una multitud apasionada, en la mayoría de las veces sin la presencia de agentes que controlen el orden, y esto se va convirtiendo en una bola de nieve que llega, grande y temeraria a nuestras series nacionales.
Hay que hacer algo al respecto. Esa indisciplina social requiere, en nuestros campeonatos domésticos, de soluciones inmediatas o algunos de estos días ocurrirán hechos graves que tendremos que lamentar.
Nadie está libre de culpas, desde los jueces que imparten justicia en el diamante, hasta la comisión nacional con sus paños tibios y sus sanciones, muchas veces incomprensibles.
La culpa también es de los medios que esconden la noticia y privan a los implicados de un juicio moral y público por parte de los aficionados, del secretismo, “el amiguismo” y el “champeonismo”. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que se mancille nuestro deporte más querido con estas actitudes?
No podemos aceptar que jugadores que agreden con un bate a un contrario regresen a los terrenos, a directores que lanzan tierra en los ojos de un árbitro o la emprenden a puñetazos con cualquiera, dirigiendo incluso, equipos nacionales; a jugadores que son paradigmas de generaciones haciendo gestos obscenos ante la mirada de todos, ni podemos aceptar tanta protesta ni tanta falta de civismo en nuestros peloteros.
Nuestro deporte nacional tiene que desintoxicarse de estas cosas y tiene que ser un proceso transparente y ejemplarizante. Ahora que se acerca la gran fiesta de los play off, donde las tensiones y las ansias de triunfo se exacerban hasta límites insospechados, tenemos que ser más cuidadosos que nunca y más enérgicos con estas cuestiones, tanto dentro o fuera de los límites del terreno. Nos vemos en el estadio.