POR JORGE EBRO
Sean Rodríguez apenas puede creer este inicio de temporada, tampoco intenta explicarlo. Pero lo cierto es que al momento de entregar esta nota poseía el segundo mejor OPS de los Piratas, solo por detrás de Gregory Polanco, lo que no es poca cosa para un del hombre al que muchos veían como un emigrante de una base a la otra.
Hijo de cubanos y producto inconfundible de Miami, Rodríguez ha jugado en todas las posiciones posibles, menos la de receptor, y vivido su cuota de adversidades, al punto que un equipo le dio la liberación y lo dejó a merced del mercado del béisbol.
Pero en estos primeros dos meses de contienda, nadie le ha dado con tanta autoridad a la pelota en Pittsburgh que Rodríguez, quien posee la mejor estadística de Poder Aislado (un ISO de .311) de su equipo y ha conquistado el aprecio de los fanáticos que hasta poco lo miraban de reojo y lo recordaban por aquel puñetazo al tanque de Gatorade.
¿Qué ha pasado en este comienzo, pues tus números ofensivos son superiores?
«Son cosas que a veces uno no puedo explicar. He seguido trabajando duro y esperando todas las oportunidades. Imagino que ya después de siete u ocho años fajado en este negocio algo bueno se pega y comienza a funcionar».
Siempre has sido un pelotero de mucho temperamento, ¿ves el juego de otra manera?
«No, el ánimo siempre ha estado ahí. La pasión es la misma, quizá ha pasado más tiempo, pero sigo jugando con la misma disposición, con la pasión del primer día. Para algunos esto es un juego, para otros, como yo, es la vida».
Cuando en el 2014 Tampa Bay te designó para asignación, ¿pensaste que todo terminaba?
«Al contrario, cosas así te dan comida para el ánimo, me encienden el deseo de trabajar más duro. Nunca me he sentido derrotado, es algo que me inculcaron mis padres desde que tengo uso de razón».
¿Cuánto de tu éxito se lo debes a la familia?
«Mi papá y mi abuelo, vinieron de Cuba para que yo pudiera tener una oportunidad mejor en la vida. Pasaron por mucho, se sacrificaron. Cuando pienso en ellos digo que no puedo cansarme, que debo seguir adelante y fajarme por abrirme paso».
¿Qué recuerdas de tu infancia como jugador en Miami?
«Como todos los niños de aquí, jugaba duro, pero para divertirme, pero cuando me firmaron todo cambió. Entonces pensé que podía hacer algo por mi familia y recordé lo que mi padre siempre me decía del béisbol, que si iba a jugar lo hiciera al ciento por ciento. No puedo jugar por debajo de eso».