Por: Duanys Hernández Torres
La actuación de Cuba en Rotterdam no pudo ser peor. Solo cinco equipos participantes y un penoso último lugar en el torneo, reafirman la crisis de resultados internacionales que sufre el béisbol cubano.
La cuestionable calidad de este equipo, sobre todo del endeble cuerpo de lanzadores, la habíamos analizado.
Cuba fue de más a menos, con tres victorias consecutivas y después cuatro derrotas en fila. El equipo comandado por Vladimir Hernández comenzó con cerrada victoria de 3 carreras por dos ante Curazao, 8-4 contra Japón y 7-6 frente a Taipei de China, para cerrar la fase clasificatoria con derrota de 1-6 ante los holandeses.
Clasificó en el primer lugar de la tabla de posiciones pero la alegría duró bien poco. Cuando se enfrentaron a Japón cayeron 2-5 tras diez entradas. Después, el inesperado marcador adverso de 3-5 ante el débil Curazao, condenó a Cuba a luchar por el cuarto lugar. Nuevamente, como es habitual en los últimos eventos, cayeron ante Holanda con marcador de 1-3.
Lo profetizamos hace algunos días: “El cuerpo de serpentineros es indiscutiblemente el peor de los últimos años en una selección cubana”. Un solo lanzador ofrecía garantías. Y Cuba se encomendó al veterano Yoelkys Cruz, que promedió 8, 6 entradas de actuación en sus salidas, con un excelente promedio de 0,52 de promedio de carreras limpias (PCL). Fue el más trabajador de la justa con 17, 1 innings.
Tan poco confiable era el resto del staff, que Yoelkys tuvo que lanzar 9,1 entradas en el primer partido de doble eliminación ante Japón, con 133 lanzamientos a sus 38 años de edad.
Más allá del tunero, solo tuvieron buenas actuaciones el villaclareño Yoandry Ruiz con 1,17 de PCL en siete entradas y dos tercios de labor, y el guantanamero Luis Enrique Castillo, quien salvó dos de los tres juegos que ganó Cuba.
A los lanzadores cubanos le batearon para un abultadísimo 316 de average, con un astronómico WHIP de 1,65. Fueron los cuartos en efectividad de la justa con promedio de 3,52 de PCL, solo por delante de Curazao. Lo habíamos anunciado: “El staff cubano es un océano de incertidumbres”.
El torneo de Rotterdam fue de muy poco bateo. Solo se promedió colectivamente para 262 y Cuba, con un anémico 258, fue segundo detrás del fabuloso 313 de Japón. La selección antillana tampoco aprovechó la velocidad en función de la ofensiva porque contaba con un equipo bastante lento que apenas robó dos bases en seis intentos.
El santiaguero Yoelkis Guibert demostró que su actuación en la Serie Nacional Sub 23 no fue casualidad y estampó una fabulosa línea ofensiva de 423/500/423. Los experimentados Frank Camilo Morejón y Edilse Silva lo secundaron al batear para 412 y 385 respectivamente. Yusniel Ibáñez, Dainier Gálvez y Osvaldo Vázquez estuvieron muy por debajo de sus reales posibilidades.
La defensa cubana fildeó para un aceptable 973 y fue segunda , aunque el torpedero Roberto Acea no estuvo nada bien. Además de comandar las asistencias con 29, también fue el líder en marfiladas con cuatro. Frank Camilo Morejón tampoco estuvo fino al capturar a solos tres corredores en nueve intentos de robo.
Paupérrima fue la actuación cubana en Rotterdam. Se cumplieron los dolores de cabeza previstos para Vladimir Hernández y la dura afirmación que aseveraba: “Con semejante selección no puede aspirarse a mucho ni en el torneo internacional de más baja categoría”.
1 comentario
El desastre del béisbol cubano es un tema tan cotidiano que es visto como algo ya normal entre las personas en Cuba,lo anormal sería que empezaran a ganar torneos, si la actuación del principal equipo en el clásico mundial se puede catalogar como «actuación circense»,¿qué se podrá esperar de otros conjuntos?.