Por: Sigfredo Barros Segrera
Es la jugada más agresiva y espectacular en el béisbol. A pesar de estar custodiado por el inicialista; vigilado por el lanzador, y con un receptor que puede tirar a una base en poco tiempo, el corredor se lanza en pos de la segunda o tercera almohadilla…, en más de la mitad de las veces tiene éxito.
Robar bases es un arte. Se necesita un poco de todo. Ser un corredor rápido y saber separarse del cojín lo suficiente –ni mucho ni poco–, para descontar unos pies de los 90 que lo separan de la base siguiente, además de echarle un vistazo al jugador que va a cubrir para saber cómo deslizarse.
Tiempo no es lo que le sobra. El lanzador promedia aproximadamente un segundo y medio en soltar la pelota y un buen receptor es capaz de recibir y soltar la esférica en dos segundos, más o menos. Combinados dan tres segundos y medio y, por consiguiente, el presunto «ladrón» debe de correr a todo lo que le dan sus piernas para no ser puesto out.
Son necesarias, además, otras habilidades. Enrique Díaz, líder histórico en nuestras series nacionales en el casillero de bases robadas, con 726, explicó en una conferencia televisada lo siguiente: «Lo más importante para mí es el estudio del lanzador. Hay quienes se viran muy bien a primera base, otros no son lo suficientemente cuidadosos y existen los que no se viran a menudo. A esos últimos se les puede coger un poco más de distancia».
Díaz promedió 72,24 % robos con éxito en su carrera de 26 años. Sin embargo, no fue el mejor. Un pelotero ya fallecido, el mayabequense Antonio
«Ñico» Jiménez estafó 324 almohadillas en 432 intentos para exactamente un 75 %, es decir, llegó quieto en tres de cuatro oportunidades, un resultado admirable.
También hay que tener en cuenta cuándo se puede salir al robo. Primero, valorar quién es el bateador parado en el home. Omar Linares, un excelente robador con 246 y promedio de 72,14 %, se veía impedido de salir al robo con mayor frecuencia debido a tener a Luis Giraldo Casanova detrás al bate, un hombre con más de 300 jonrones.
La situación del juego es igualmente un factor importante. En el último tercio, con un marcador cerrado –empatado o con una carrera de diferencia–, son muy pocos los mentores de equipos que se arriesgan a soltar a un corredor que puede convertirse en la carrera del empate o la victoria, sobre todo, cuando hay un máscara al estilo de Ariel Pestano custodiando el plato.
EL ROBO NO ESTÁ DE MODA
En una fecha tan lejana como 1911, los Gigantes de Nueva York ganaron el título de la Liga Nacional, quedando a una victoria del centenar. Durante la temporada establecieron una marca de 347 bases robadas aún vigente en nuestros días, liderados por Josh Devore (61), Fred Snodgrass (51), Fred Merkle (49) y Red Muray (48).
Eran tiempos de la llamada dead ball (bola muerta), una pelota de muy poco bote con la cual era muy difícil conectar batazos largos, de tal manera que el líder jonronero del plantel, Larry Doyle, solo pegó 13 vuelacercas, escoltado por Merkle (12). En total, 41 cuadrangulares en 153 partidos, promedio de 0,27, casi un bambinazo cada cuatro juegos.
Si la marca ha podido mantenerse en el transcurso de más de un siglo –y difícilmente podrá ser tan siquiera igualada–, es porque el béisbol de aquellos tiempos difiere por completo del de hoy. En la pasada temporada de Grandes Ligas únicamente seis de 30 conjuntos pasaron de los cien robos mientras los Orioles de Baltimore solo estafaron 32 almohadillas.
La otra cara de la moneda es la cantidad de cuadrangulares, más de 6 000, con 17 equipos por encima de los 200. Tim Raines, un miembro del Salón de la Fama de Cooperstown con más de 800 robos durante su carrera, resumió esta situación así: «En la década de los 80 todavía el juego mantenía su dinamismo y tanto el toque de sacrificio como la base robada ocupaban un lugar importante en la estrategia de los directores. Ahora el jonrón y el ponche son los mayores atractivos para la afición».
CUBA: MUCHA VELOCIDAD, POCA HABILIDAD
El béisbol ha tenido siempre como característica en nuestro país la utilización de la velocidad en función de la ofensiva. En la historia de las series nacionales abundan nombres velocistas, desde Félix Isasi, Rigoberto Rosique y Wilfredo Sánchez hasta Omar Linares, Eduardo Paret, Víctor Mesa y Luis Ulacia, por mencionar algunos entre muchos.
Hoy contamos también con peloteros rápidos en el corrido de las bases. Roel Santos, Víctor Víctor Mesa, Yurisbel Gracial, Eduardo Blanco y Yuniesky Larduet, estos dos últimos colíderes en bases robadas en la 57 Serie Nacional, ambos con 21, una cifra realmente baja.
En total, en la etapa clasificatoria con 16 equipos y 360 desafíos del clásico cubano, el total de robos fue de 285, un promedio de 0,79 por partido. Pero el total de cogidos robando ascendió a 262, es decir, el 48 % de los intentos fallaron, lo que no quiere decir necesariamente que los receptores locales posean todos potentes brazos. Comparémoslo con el 75 % de Ñico Jiménez en su carrera y llegaremos a la conclusión de que a los peloteros cubanos les faltan habilidades, tanto para salir a robar con éxito, como en el corrido de bases.
Sobran los ejemplos de hombres puestos out en home o cogidos entre bases en situaciones de juego decisivas, tanto nacional como internacionalmente. Falta pensamiento táctico, una asignatura pendiente desde hace un buen rato.
ALGUNAS «ESTAFAS» INTERESANTES
-Los otros dos jugadores con mayor cantidad de robos detrás de Enrique Díaz son Víctor Mesa (588 en 19 temporadas) y Eduardo Paret (474 en 18 ediciones), ambos oriundos de Villa Clara.
-Dos equipos de la Liga Japonesa estafaron más de cien almohadillas la pasada temporada. En la Liga del Pacífico los Leones de Seibu sumaron 129 robos en 143 partidos, a un promedio de más del 90 %, mientras en la Central el puntero fue el Hiroshima Toyo Carp, con acumulado de 112 robos.
-Víctor Mesa es el líder histórico en robos de home, con ocho. La marca absoluta la tiene Ty Cobb, jugador de los Tigres de Detroit, quien lo hizo en 51 oportunidades. Cobb estafó al menos una vez el home durante 18 temporadas consecutivas. En Cuba el primer robo de home en una Serie Nacional fue obra del jardinero Silvio Montejo, también villaclareño.
-Robar home es muy difícil, pero mucho más es hacerlo dos veces en el mismo juego. Lo consiguió el torpedero Willy Miranda en un juego de la liga profesional cubana, el 1ro. de marzo de 1958.
-En el béisbol dominicano, el primer robo de home tuvo como autor a un jardinero cubano, Calampio León, el 24 de mayo de 1951 en el estadio Trujillo.
-Y si de robos de home espectaculares se trata, el de Lázaro Salazar es uno de ellos. En 1939 Salazar lo consiguió en el inning 16 para decidir el choque y el campeonato de la Liga Mexicana para los Cafeteros de Córdoba sobre los Sultanes de Monterrey.