Por Boris Cabrera
Esta temporada que se avecina promete ser una de las más reñidas de los últimos tiempos. La incorporación de figuras con experiencia en ligas profesionales, el retorno de directores con excelentes hojas de servicio, y la abrupta parada de la emigración; son ingredientes que pueden hacerla muy interesante.
Como ha sucedido siempre desde el inicio de las series nacionales, un equipo atrae la atención de apasionados fanáticos y furibundos detractores. El más ganador en estas lides y el más mediático, el único que tiene letras góticas en el uniforme y el estadio más grande, el de la vasta historia, el de la mística y el orgullo: Industriales.
Un equipo que para colmo tiene una mascota que es el rey de los animales y un director que es Rey desde su nacimiento entre los humanos. Que se nutre de una población de más de dos millones de habitantes y que según muchos, recibe más beneficios que otros conjuntos de provincias alejadas de la capital.
Lo cierto es que esta especie de franquicia levanta pasiones y despierta amores incondicionales y odios acérrimos entre las multitudes, y aunque muchos les cuesten aceptarlo públicamente, son la sal de nuestro campeonato de casa.
Para esta temporada, ha logrado reunir-sin contar a los lanzadores-prácticamente dos equipos en uno, convirtiéndose en el elenco que más fortaleza tendrá en la banca y por lo tanto, el que más puede generar estrategias a su cuerpo de dirección.
Con Frank Camilo y Oscar Valdés atrás del plato, Yordanis Samón, Lisbán Correa y Stayler Hernández en la inicial, Juan Carlos Torriente y Wilfredo Aroche en la intermedia, Jorge E. Alomá y Rivalta en el campo corto, Andrés Hernández y el “torito” Barcelán en la antesala y un grupo de jardineros de la talla de Yoasán Guillén, Dayron Blanco, Yosvany Peñalver, Yoandrys Urguellés, y el mismo Stayler; sin dudas formarán un conjunto contendiente y peligroso para cualquier adversario.
¿Es posible que este grupo de alta calidad logré alzar la corona número trece tan esperada por sus parciales desde hace diez años?
Los fanáticos azules dirán que sí a coro, el resto, se refugiará en el cuerpo de serpentineros para atacar con fuerza su optimismo y para deshojar hipótesis.
Esta versión del equipo azul guarda sin dudas sus incógnitas en el montículo.
La presencia en la nómina de tantos jóvenes evita la realización de un vaticinio objetivo, sin embargo, al analizar una por una sus herramientas individuales encontramos un mapa que bien nos puede guiar al encuentro de tesoros ocultos.
Muchachos recién salidos del campeonato sub 23 han inundado la lista de la preselección de la escuadra capitalina. No sería descabellado pensar que hombres como Erick Christian González, Brayan Chi, Andy Marlon Pérez, Pavel Hernández, Andy Vargas y Raymond Figueredo; pudieran en cualquier momento dar el salto de calidad como lo hicieron en la temporada pasada Andy Rodriguez y Yandi Molina, si tenemos en cuenta la velocidad, el físico, y la experiencia que han ido acumulando.
Si a esto le sumamos la presencia del pinareño Vladimir Baños, Eddy Abel García, Héctor Ponce, José Pablo Cuesta, Adrián Sosa o los mismos Elder Nodal y Marcos Fonseca, sumados al regreso del zurdo Pavel Pino, creo que la cosa se pudiera tornar un poco complicada para sus rivales.
El barniz del equipo bien pudieran darlo Alexander Malleta y Rudy Reyes, ahora como entrenadores. Hombres que siempre han sido bujías inspiradoras y que ahora estarán a tiempo completo en la banca desenterrando motivaciones.
De Anglada, todo se ha dicho, arrimado a la buena sombra de técnicos capacitados, no sería una sorpresa que guiara a esta tropa hasta las mismas puertas de la próxima Serie del Caribe si el viento es favorable y si logra ir sorteando los escollos que sin lugar a dudas aparecerán por el camino. Esta vez soñar en azul no es una quimera.
Nos vemos en el estadio.