Por Norland Rosendo
Se aproxima el momento de definir la sede del Juego de las Estrellas y el campeonato en vez de despejarse para saber por dónde saldrán los astros, se nubla más en la parte de arriba de la tabla de posiciones. No hay nada más parecido a esta serie que el partido del martes entre Industriales y Villa Clara, lo que parecía no fue y lo que fue nadie lo imaginaba cuando faltaba un out.
Frente a frente estaban el bateo más abundante y el pitcheo de mejores números, y en ese dual meet ganó, sensacionalmente, la ofensiva. Dice Paret, el mentor de los vestidos de un naranja extraño, pero naranja al fin, que desde que está de director no duerme, cuando pierde porque le duele y el día que triunfa debido a la emoción. De martes para miércoles el médico del equipo debió estar muy pendiente de él, pues estaría al borde un infarto cardíaco.
En las gradas del Latino alguien con un pequeño león de goma en el llavero había preguntado por el abridor de Villa Clara y al saber que sería Freddy Asiel dijo: «hoy ganamos. Ese es muy bueno, pero tiene un brujo echao». A un out estuvo el Villa Clara de que el diestro de Sierra Morena alcanzara su ansiada victoria 93, pero ni Javier Mirabal ni Marlon Romero pudieron sacarlo, y ya el hit decisivo ante Yoandry Ruiz sobrevino cuando el juego estaba empatado.
Freddy Asiel había tirado siete entradas y el marcador estaba 4-2 a su favor cuando le entregó la bola a Mirabal para que lo asegurara. No todo el mundo puede contener a los Azules de esa manera en el Latino, y él lo había hecho, pero el juego de pelota no termina hasta el out 27, el único que le faltó al bull pen del mejor staff de la serie.
Sin embargo, Freddy Asiel debe sentirse un pitcher dichoso, más bien exitoso. En el béisbol moderno se juzga a los abridores por tener aperturas de calidad y no tanto por el número de victorias, y en la mayoría de sus salidas en las dos últimas temporadas ha cumplido su cometido, aunque al final su nombre haya ido a parar al saco de las derrotas o los relevistas le malogren, como el martes, un casi seguro triunfo.
La historia de él tiene ciertas semejanzas con la de su entrenador José Ramón Riscart, el hombre de uno de los wind-up más estilizados que ha pasado por nuestros campeonatos nacionales.
Riscart terminó con 156 victorias, que pudieron ser 200 en 20 temporadas, pero el equipo apenas producía a la ofensiva cuando él lanzaba y los juegos quedaban cerrados, ganó muchos por una o dos carreras, pero fueron unos cuantos también los perdidos por esos márgenes, y lo curioso era que al día siguiente, sus compañeros solían desbocarse al ataque, sin que fuera algo personal contra el serpentinero al que el cronista deportivo José Antonio Fulgueiras bautizara como el Tigre, porque era eso sobre el box, un felino que iba siempre por la presa, aunque a veces se le escapara inexplicablemente, como le sucede ahora a su discípulo.
Otros dicen que no es asunto de deudas con el santo de la buenaventura, sino que todavía los topes entre Azules y Naranjas están signados por los últimos play off entre ellos, en los que el Rey Anglada barrió par de veces a Víctor Mesa y luego hubo, bajo las riendas de Germán Mesa, una remontada inaudita que silenció al Sandino de Santa Clara en 2010 cuando estaba lista la tarima para festejar la corona en esa plaza central.
¿Y el Juego de las Estrellas? De los elencos que están en la vanguardia, Artemisa nunca ha tenido el privilegio de ver juntas a tantas constelaciones de ayer y hoy, podría ser una digna anfitriona. Villa Clara acogió la última reunión estelar en 2004, la capital no la organiza desde 2006, Ciego de Ávila fue sede por última vez en 2007 y en Santiago de Cuba esperan por un acontecimiento así desde 2008.
¿Dónde será este año? Es hora de que las autoridades de las provincias muestren su interés. Se abren las apuestas.