Por Boris Luis Cabrera
Alfredo Despaigne levanta la mano y rompe el silencio. Su voz es un látigo que, en solo segundos, daña la imagen de quienes mueven los hilos de nuestro deporte nacional. Se niega a ser usado como muñeco de guiñol en nuestro campeonato doméstico, y se convierte, de golpe y porrazo, en una mercancía con conciencia que clama por sus derechos.
Nuestros directivos han quedado atónitos con esta decisión, acostumbrados como están a mover fichas en el tablero de juego; han enmudecido por la reacción del “Caballo de los Caballos”, quien se sienta en su casilla en abierta protesta, sin importarle circulares ni represalias futuras.
Despaigne no quiere reforzar nóminas que no representen su terruño. A riesgo de todo, se niega a cabalgar bajo banderas que no tengan un alazán bordado en su tela.
Está harto de combates estériles y de victorias pírricas. Necesita, más que todo, del calor de su familia, y descansar en su provincia, para poder seguir expandiendo nuestro orgullo nacional por las lejanas tierras del sol naciente.
Sus declaraciones podrían desatar una reacción en serie en los otros cinco cubanos que se desempeñan en aquella liga asiática, quienes sin duda, también levantarán su voz en los próximos días, acogidos a las leyes del sentido común y la justicia.
La Comisión Nacional de Béisbol ha recibido una lección y ojalá se cree un precedente. Algunas preguntas salen de todo esto:
¿Por qué no se consultó con ellos antes? ¿Cómo es posible esta falta de comunicación? ¿Quién pude disponer del tiempo libre de nuestros peloteros?.
Quizás, estas interrogantes quedarán flotando ahora en las mentes de nuestros directivos como una voz que los emplaza.
Los tiempos han cambiado, las redes sociales se han convertido en un puente para desatar mordazas y humanizar a los atletas para suerte de los aficionados. Que no vengan ahora filósofos y eruditos a temblar con la máxima de que “independencia económica es independencia política”, ni burócratas a firmar resoluciones que conspiren contra el desarrollo normal de las cosas.
Nada tienen que ver los millones que alguien se haya ganado en buena lid con la cordura, la lógica, la inteligencia, y la justicia plena.
Alfredo Despaigne es el mismo de siempre, quien regresará a todo galope, quien se fue sin quemar las naves. No lo expriman, que de los buenos nos van quedando pocos. Nos vemos en el estadio.