Autor: Osvaldo Rojas Garay
Lo que no pudieron lograr estelarísimos de nuestras series nacionales como Pedro Luis Lazo, Braudilio Vinent y Santiago Changa Mederos, entre otros, el camagüeyano Juan Pérez Pérez lo convirtió en cierta rutina.
Nacido el 18 de septiembre de 1951, el veloz serpentinero agramontino, quien se estrenó en los campeonatos cubanos en la octava versión (1968-1969) con el conjunto Granjeros, fue el único tirador en archivar tres juegos de cero hits cero carreras en los clásicos criollos.
El 22 de febrero de 1973, con la franela de Camagüey, inscribió su nombre en la lista de los que han rubricado la hazaña en la pelota revolucionaria, al dejar en blanco en ambos casilleros al elenco de Serranos, en el estadio Cándido González, en un desafío que concluyó con marcador de siete a cero.
Al año siguiente, con el mismo equipo, repitió la proeza, el 25 de abril de 1974, en el Guillermón Moncada frente a Oriente, con pizarra de 1 a 0. Posteriormente, el 19 de enero de 1975, con el traje de Ganaderos, completó su tríada de choques de este tipo a costa de Citricultores, en el Cándido González.
Pero entre todos los no hit no run que atesoró en su trayectoria pienso que el que más debe haber disfrutado el tinajonero fue el del 29 de noviembre de 1973 —hace 45 años—, en el estadio Latinoamericano, cuando se convirtió en el primer monticulista criollo en concretar este hecho en campeonatos mundiales.
Aquel día se presentó intransitable en el Coloso del Cerro contra Venezuela, que dependió del derecho Félix Vallenilla. El camagüeyano, apoyado en sus lanzamientos rápidos retiró a 13 bateadores rivales por la vía de los strikes. Dos se le embasaron por boleto: William Lima en el tercer capítulo y Gustavo Rivas en el séptimo. Precisamente Rivas estuvo a punto de estropearle la hazaña en el episodio inicial, al disparar una línea que se llevó de un salto el torpedero Rodolfo «Jabao» Puente.
Solo cuatro veces los venezolanos le sacaron la pelota del cuadro, tres de ellas a la cuenta de Félix Hernández, quien elevó dos batazos a la pradera izquierda y uno al bosque central. El otro que pudo llevar la bola hasta los jardines fue William Lima.
Sus compañeros lo respaldaron con cuatro anotaciones. La primera en piernas de Wilfredo Sánchez en el capítulo de apertura. En el cuarto añadieron otra debido a biangulares de Armando Capiró y Agustín Marquetti. Las dos del puntillazo las hicieron en el octavo, ambas remolcadas por el segundo tubey de Marquetti.
«Ese día fue doblemente feliz para mí, porque logré el no hit no run y también por las congratulaciones de Fidel, que nos regaló un reloj que todavía conservo, a mí y a Lázaro Pérez», me confesó tiempo después el estelar serpentinero, quien lamentablemente falleció el 17 de octubre de 2013, a los 62 años de edad, víctima de un infarto cardiaco. Se acabó temprano el sueño mundialista.
Una jornada antes de que concluyera la ronda preliminar del campeonato panamericano de béisbol sub-18, el equipo cubano ya no tenía oportunidad de alcanzar alguno de los cuatro boletos para la cita mundialista de 2019.
Después de triunfar cómodamente ante Bahamas (15-1), los jóvenes insulares cayeron ante Colombia (4-5) y Venezuela (5-10), respectivamente, saldo que los dejó sin opciones de avanzar a la Superronda antes de concluir su participación en la fase de grupos frente a la escuadra de Canadá.
El resultado, más que sorprender, alarma. Que nuestra selección no haya llegado siquiera al segundo tramo de la justa confirma que los problemas del béisbol cubano no radican solamente en la categoría élite.