Llevo conmigo la amistad de Fidel Linares Rodríguez, Maraña para sus compañeros y amigos. Nuestros primeros encuentros fueron inadvertidos para él. Quien suscribe era uno de los muchachos que corría para verlo jugar con las novenas sanjuaneras en el estadio de Minas de Matahambre; la más famosa era El Gacho. Recuerdo que a un antesalista de aquel team, mi tío Iso, El Clavo Osaba, le fracturó dos dedos con una línea a la velocidad de la luz. Por allí desfilaron jugadores emblemáticos de la talla de Napoleón Reyes, Pedrito Ramos, Luis Zayas, y Eulogio Osorio Patterson, en distintas épocas. Pero siempre descolló la figura de Fidel Linares.
Serio, callado, jodedor, en el mejor sentido de la palabra, era capaz de reunir a su alrededor a un grupo de compañeros para hacer anécdotas con buena parte de la imaginación, ajustadas lo más posible a la realidad. Las adornaba con el ingenio que la vida le dio. Pero había que esperar por los momentos adecuados y respetarlo tanto como él respetaba a los demás. Cualquiera podía acercársele para un consejo o la ayuda inmediata, sin obstáculos; sabía escoger a los amigos.
Su niñez y la juventud las echó entre Galafre, la finca “La Recompensa”, San Juan y Martínez y los terrenos baldíos de pelota a los que tenían acceso los muchachos. La herencia beisbolera no fluyó, como sucedió con sus hijos años después. En su familia no hubo peloteros, aunque el padre y un tío materno la hayan disfrutado. Presumo que aquella mirada inquisitiva, que escudriñaba hasta el infinito, por simple que fuera, lo llevó a incorporar la cultura de la pelota con pasión, sin otros límites que no fueran los derivados de labrar la tierra para el sustento diario.
Credenciales de la campiña, en muchos de los mejores jugadores. Orestes Miñoso cortaba caña y marabú en el tiempo muerto para el “Central España”, en su finca natal “La Lonja”, perteneciente al Perico matancero. Tiempo después, Tony Oliva recorrió similar camino, vinculado a la tierra familiar, en el arria de bestias y ganado, en la siembra y el desgaste. Así sucedió con el fundador de Los Linares. Tres ejemplos, en un océano de labriegos-peloteros.
Fidel pasó trabajo para llevar bates y guantes a sus manos, antes había que aprovechar los pedacitos de tierras arrendadas, de salarios irrisorios; en esencia, una servidumbre que, además, se agradecía, pues la mayoría no disponía de tales “privilegios”. Él no vaciló, su vida tendría sentido cuando estuviera vinculada al béisbol, fuera de ahí sería un fracasado, y no había venido al mundo para fracasar.
Antes de 1959, era conocido en casi todo el país, a pesar de no jugar en la Unión Atlética Amateur, por el color de su piel; no alcanzó el estatus de profesional. Roberto Mesa, un recio toletero cienfueguero que emigró a Pinar del Río hace muchos años, hizo las gestiones para llevarlo a la matancera Liga Pedro Betancourt. Por allá nuestro hombre no se cansó de dar palos de todos los tipos y colores.
Si humilde y sencillo había nacido, así cultivó la tierra y las amistades, así jugaba a la pelota. Jamás se le oyó fanfarronear ni subestimar al rival, por débil que fuera, ni tratar de hacer espectaculares los momentos fáciles. Carácter forjado sobre un temperamento más bien flemático, observador, meditativo. Un hombre en el más estricto sentido de la palabra, a la que supo ser fiel.
Con el triunfo de la Revolución dio un vuelco a su existencia. Se entregó en cuerpo y alma a los nuevos tiempos y se incorporó a la vida militar, en el Regimiento de Pinar del Río. Siempre disciplinado, organizado para sus cosas, elementos esenciales para el buen soldado.
Jamás se arrepintió de esa decisión, aunque algunas veces la disciplina le hubiese entorpecido el juego de pelota; cosas priorizadas, según los superiores. Aquello lo atormentaba, no concebía dejar de jugar, aunque fuera en domingos y días feriados. Ni protestó ni se insubordinó, con la excepción de aquella ocasión en que, seleccionado para el Occidentales de la Serie Nacional, se encaró a un sargento, exigió el permiso y se lo concedieron.
De cómo conoció a Panchita, cruzándose miradas desde la Audiencia hasta la casa donde ella laboraba, se ha escrito poco, porque ambos, él y ella, han sido consecuentes con la forma de ser, callada, seria, inmutable. Ella me contó muchas cosas cuando la entrevisté para El Niño Linares, meses después. Casi todas las expuse entonces, pero guardé algunas para cuando se hiciera público el coloquio, quizás el último a su amado. Aquel romance, que fructificó en un par de semillas fértiles, brotó de una mirada. Ella conocía bien al militar y pelotero más famoso del pueblo. Mas no todo fue coser y cantar, si tímida es ella, más tímido aún era el enamorado, a quien las palabras se le atragantaban; pujaban por salir, cuando pidió su mano. Por eso digo que el amor fructificó en el silencio, en hechos concretos.
Muchas mañanas frías, tibias y calientes verían aquellos cuatro ojos morenos que aumentaron a seis en octubre de 1967 y a ocho en 1969. Ellos crecieron bajo la rigidez de una formación a la antigua, sin contemplaciones por parte de la madre, quien tuvo que criarlos prácticamente sola, por las ocupaciones migratorias del padre. Panchita Izquierdo, la heroína anónima de aquella familia, supo llevar a los muchachos por el camino del bien. Con Fidel fundó una familia venerable y venerada, que se irguió por los tres varones, bajo la acertada guía de la hembra; conjunción exacta y distinguida. Sin recursos materiales, con honestidad.
Cuando decidió dejar la carrera militar, se fue a San Juan y Martínez a trabajar en el Inder. Entonces se dio a la tarea de impulsar los deportes, siempre con el béisbol en la punta del colimador. El estadio donde tantas veces jugó, situado a la entrada del pueblo, en la ladera izquierda, estuvo en sus manos para lucir esplendoroso, en unión de casi todo el pueblo. Tirando machetazos con la zurda hacía llorar a las inoportunas yerbas y sudaba copiosamente, como si llegara a tercera después de un sólido triple. Imagen inalterable.
Fidel Linares Rodríguez había nacido el 24 de abril de 1931 y para los Juegos Centroamericanos de Kingston, Jamaica, en 1962, ya contaba con 31 años de edad, todo un veterano. Allá bateó más que la mayoría, pero Cuba perdió y él no fue feliz. Respondió con firmeza a las provocaciones y agresiones. En 1963 se desarrollaron los Panamericanos de Sao Paulo, en Brasil y también integró la Selección Nacional. No se destacó, pero ganamos, y fue más feliz. Para él lo importante era el equipo. De todas formas, la vida le deparó conectarle un buen batazo al lanzador norteamericano, que abrió las puertas a la victoria criolla.
Siempre supo estar “detrás. Si había que tirarle una foto al equipo, era el último en posicionarse, lo mismo cuando subían al ómnibus y a la hora del comedor. Si lo situaban en la alineación era feliz, si el director no lo ponía, era incapaz de quejarse: “él sabe lo que hace…”, solía decir. No se jactó de ser un estelar ni andaba por el mundo prodigando las virtudes de sus hijos, a quienes adoró y dedicó lo mejor y más puro de su existencia. Si usted quería entrevistarlo, no le era fácil, siempre salía con aquello de “vayan a ver a fulano, él sabe de eso más que yo…” Y uno se sentía bien ante un hombre así.
Para la entrevista que sigue a estas palabras, llegamos en una mañana de carnaval sanjuanero Juan Ramón de la Portilla, el chofer y yo. Nos sentamos en el portal de la casa, en unos sillones de muchos años. La gente pasaba, algunos curiosos se acercaban, pero la mayoría parecía estar acostumbrada. La empatía se estableció de inmediato, comencé a hablarle de otros tiempos, de cuando iba a jugar a las Minas, de amigos comunes fallecidos y en activo. Logré respuestas que le salían del alma, ya con la salud quebrantada; palabras entrecortadas, casi inaudibles.
Esta entrevista se realizó el 29 de agosto de 1999. A pesar de su quebrantada salud, en aquel momento nada indicaba que lo perderíamos definitivamente el 9 de noviembre del mismo año, dos meses y nueve días después, ni que el día 10 acudiríamos a su sepelio junto al pueblo de San Juan y Martínez.
La versión que sigue contempla aquella entrevista y algunos otros momentos que la vida me deparó junto al fundador de los Linares de Pinar del Río, Cuba y el mundo. Ha permanecido inédita por dieciocho años. Pienso que llegó el momento:
¿Cuándo y dónde naciste?
El 24 de abril de 1931. Tengo 68 años. Nací aquí en el municipio de San Juan y Martínez, en Galafre, cuando aquello no había Maternidad ni nada de eso. Siempre digo que fue en el municipio de San Juan, pero exactamente fue en Galafre. A los siete u ocho años nos fuimos para la finca “La Recompensa”.
¿Peloteros en tu familia?
No, peloteros como tal no; el viejo mío decía que jugaba pelota y eso, porque todos los cubanos hemos jugado pelota. Yo tenía pocos tíos. Por parte de madre uno solo y no jugaba pelota y por el otro lado tampoco. Jugaban un día u otro, pero peloteros, no. Los muchachos salieron a mí, que era el que jugaba pelota.
Cuando los Panamericanos de Winnipeg 1999 estabas enfermo…
Sí, yo estaba en el CIMEQ. Allí había un televisor y el director nos puso un teléfono. Omar me llamaba y hablaba conmigo desde allá.
Tu tocayo fue a verte.
Sí, fue por la mañana, no, más bien serían las dos de la tarde. Me preguntó por mi salud, por la familia, por Omar, por Juan Carlos, por mi señora. Yo le dije que estaban bien, que se quedaban en la Villa Panamericana. Me preguntó si había televisor y qué programas veía, sobre algunos asuntos políticos también. Estuvo un buen rato, después se fue.
Vas poco al estadio.
Sí, algunas veces, sobre todo los domingos, es que siempre me acostumbré a dedicar el domingo a la pelota, desde que comencé a jugar.
¿Cuándo comenzó tu carrera?
Yo jugaba ya con seis o siete años. El problema es que jugábamos desde chiquitos con pelotas de trapo, detrás de nosotros las matas de mangos y bateábamos piedras en el río. A jugar fuerte es otra cosa, desde antes del triunfo de la Revolución. Primero jugué juvenil allá con los muchachos, pero sin organización. Después fue con la asociación de Juan Antonio Camejo, que aunque era de Pinar del Río, tenía una novena por aquí. Camejo pasaba por todos los equipos y nosotros jugábamos. Jugué con El Gacho, con La Teresita…
Camejo era promotor deportivo.
Así empecé a jugar yo, hasta que lo hice con El Gacho y La Teresita. Con El Gacho me destaqué bastante, pero en mi opinión fui mejor con La Teresita, donde teníamos a Chico Walter, a José Antonio García, TitoCampos, yo y otros. Eso fue cuando la famosa rivalidad entre el ABC y San Luis, cuando pitcheaba Pedrito Ramos.
¿Le bateabas bien?
Sí, le daba bien a Pedrito, que después se destacó mucho con el Cienfuegos y en las Grandes Ligas, era un tremendo lanzador. Pasaban cosas del carajo. Recuerdo que jugábamos un choque donde nos hicieron una jugada de bateo y corrido -había mucha rivalidad- y se nos dio algo digno de una anécdota. Estaba Maqueira en primera y dieron un batazo por allá por el left field. No estaba claro si era foul o buena bola, fue muy pegada a la raya de cal. Resulta que cuando Maqueira va llegando a tercera, Silvio Duarte le dice: –Oye negro feo, tú no estás mirando que eso es foul, vira para atrás, que eso es foul… –Entonces Maqueira viró para atrás, antes de llegar a home y lo cogimos out. Ganamos una por cero. Cuando se acabó el juego estaba rabioso, no sabía cómo le había pasado aquello.
¿A quiénes recuerdas de las Minas de Matahambre?
Las Minas de Matahambre tenía tremendo equipo. Recuerdo muy bien a Nené Martínez, Iso El ClavoOsaba, René Melo, Pedro (San Juan) Lazo, José Manuel (El Niño) Cortina, y muchos más. René era un bateador del carajo, daba tremendos batazos por el left field. También recuerdo a Benigno (Barrilito) Olivero, un excelente fildeador en la primera almohadilla.
¿Llegaste veterano a las Series Nacionales?
Con 31 años. Ya había jugado en la Liga Pedro Betancourt. Allí estuvieron algunos muy buenos como Graverán, otro de apellido Carballo, Capita Martínez, un pitcher de Puerto Esperanza y otros pinareños que jugaron en aquella Liga, donde se destacaron QuillaValdés, Mongo Peláez, Orestes Miñoso, Tony Taylor, Roberto Mesa y tantos más. Dicen que Quilla fue buenísimo, pero no lo vi jugar. Yo jugué aquel año, después vino el triunfo de la Revolución y vinimos para acá. Entonces me metí en el ejército y jugué con el Regimiento; ahí estuve en distintos equipos. Con el Ejército me seleccionaron para jugar en la selección de la Región Occidental con el equipo Pinar del Río, entonces no había Series Nacionales todavía. La provincia tenía dos equipos: Pinar y Vegueros. Me pusieron con Pinar, que jugó catorce juegos y perdió los catorce. En 1962 fui fundador de las Series Nacionales con el Occidentales, a las órdenes de Fermín Guerra; quedamos campeones.
¿Con Felipito Álvarez?
No, Felipe fue en 1964-1965. El problema es que ese año alguien le dijo a Gilberto Torres que Felipe era un tremendo short stop y lo pidió, entonces fue cuando jugó segunda base, en combinación con TonyGonzález y resultó Novato del Año. Hizo el viaje con nosotros a Indonesia. Ese año el Mundial debía ser en Colombia, pero no dieron las visas, entonces mandaron el equipo a Indonesia, allí no se jugaba a la pelota, pero fuimos, ya teníamos el equipo hecho y dieron el viaje. Recuerdo que Felipe por poco se queda en Cuba, porque era la hora de salir y no había llegado. A la hora de cerrar los papeles se apareció diciendo que él pensaba que ya no había nada.
Seguro que llegó peleando…
Sí, Felipe siempre estaba peleando. Le dijeron que tenía que estar allí, que no importaba que no hubiera pelota. Eso fue en el 1965.
A partir de 1967-1968 la gente se reía de nosotros.
Una vez le ganamos un doble juego a Industriales y fue un acontecimiento. Recogimos hasta a los que habían botado. Un juego lo ganó Emilio Salgado y el otro el zurdo Pedro Pérez. Salgado era un pelotero que lo mismo pitcheaba, que corría o bateaba. Hacía de todo. Muchas veces lo sacaban a batear de emergente. Era muy guapo, controvertido. Le gustaba ser medio loco, y era así. Una vez fue a una Serie Mundial con Pineda. Después vino para Pinar del Río, lo pusieron a pitchear contra Industriales y les metió una a cero. A veces ganó hasta con el brazo malo. Fue tremendo.
Nunca discutiste…
Yo protestaba algunas veces, pero lo hacía bajito para que no me vieran. Una vez me puse a jugar, el ampaya era Alejandro Montesinos. Me tiraron una por el medio de home y me cantó strike, después vino otra igual y cantó bola. Entonces dije bajito, para mí mismo, aunque me oyó: –Este hombre es malo de verdad, primero me canta una cosa y después otra con el mismo lanzamiento. –Entonces me dijo que tuviera cuidado, pero como lo dije sin mirar para él, no podía hacer nada. Después le dije que era malo dos veces, porque me cantó un strike bola y una bola strike.
Recuerdo que Alarcón peleaba duro y hasta ofendía a Ramón Hechavarría, su catcher, en voz alta, aunque no era contra el ampaya, que nada podía hacer. Le gritaba: –Hechavarría, mira que tú eres malo, por culpa tuya se equivoca el ampaya, catchea bien, coño… Alarcón era tremendo jodedor. Se ponía a hablar con los peloteros y decía: –Ya este me jodió, que si no estabas atendiendo al juego de pelota. Cuando el ampaya le decía algo, entonces ripostaba que estaba hablando consigo mismo.
¿Mejores compañeros?
Ervin Walters. Nosotros salíamos al mediodía por Monte para arriba hasta el Parque Central. Siempre andábamos juntos, muy amigos. Fuimos los dos a los Centroamericanos de Kingston, Jamaica, en 1962.
Parecerías un enano a su lado.
Eso lo puedes asegurar, y eso que yo no soy chiquito. Ahora estuvimos invitados a Baltimore para el juego con los Orioles. Una vez el Comandante le dijo que no sabía por qué le decían gigante, si era del tamaño de él. Recuerdo que allá en Jamaica fue a batear contra Puerto Rico, con tres hombres en bases y le metieron ponchao. Entonces le dije: –Walters, terminó tu carrera. –Él me miró con unos ojos grandísimos y se fue para el dugout. Allí se formó una bronca de madre con los gusanos que nos gritaban y nos ofendían. Nosotros nos pusimos allí, con los bates en la mano, aguantando a la gente. Aquello fue de madre.
¿Tu pitcher más difícil?
Santiago Mederos (Changa). Tenía una curva del carajo. Para que tú veas, Alarcón era un señor pitcher, pero yo le bateaba bien.
¿A cuál le dabas mejor?
A Orlando Figueredo. Un año le bateé de diez veces al bate, nueve hits. En una entrevista declaró que yo era su bateador más difícil. Conmigo fue bruto, porque cuando lucía mal con un lanzamiento lo repetía siempre y yo estaba preparado para eso.
Juan Carlos se me parece mucho a ti.
Sí, dicen eso, él le da lo mismo a los zurdos que a los derechos. Ahora recuerdo una anécdota. En el año 1970 yo estaba bateando sobre los .380. Entonces íbamos a jugar a Las Villas, el manager me dijo que era un lanzador zurdo. Le contesté que sí, que lo mío era jugar contra quien fuera, que si no bateaba, mala suerte, pero trataría de hacerlo lo mejor posible. Entonces se rascó la cabeza y no me puso. Después vinimos para Matanzas, iba a lanzar Félix Ramos, que era zurdo también. Me dijo lo mismo y le contesté que jugaba contra cualquiera. Me dijo que era zurdo y me puso octavo bate, a pesar de lo bien que yo estaba. Ese día le bateé a aquel zurdo tres hits. La última línea ganó el juego. Cuando terminamos me pidieron una entrevista para preguntarme por qué me sentaban contra los zurdos y me pusieron octavo bate. Les dije que la pregunta se la hicieran al manager. Cuando me oyó, se perdió de allí, no apareció por todo aquello.
¿Te recordarán como el padre de los Linares?
No sé cómo me recordará la gente, siempre está en la viva lo que hacen los muchachos, lo que están haciendo. Eso no me molesta para nada, se siente uno muy orgulloso con sus hijos.
¿Cuántos equipos Cuba?
Centroamericanos de Kingston, Jamaica 1962 y Panamericanos de Sao Paulo, Brasil 1963.
¿Tu mejor momento?
En la serie de 1963. Terminé en segundo lugar de los bateadores y líder en hits conectados. Cierto que eran pocos juegos, alrededor de treinta, pero así y todo… Y el peor fue una vez que me estaba ponchando, me habían dado dos ponches y me dije que el tercero no me lo podían dar, que iba a levantar la pelota; entonces me dieron un pelotazo. Me dije, menos mal, porque el tercero no me lo podía dar, después di un tubey.
¿Los mejores para ti?
Por ahí han pasado muy buenos peloteros, Casanova, Gourriel, aunque no son de la época mía. La pelota de Habana y Almendares yo la vi poco. Recuerdo una vez que fuimos allá con el equipo de El Gacho. En realidad vi poco aquella pelota, porque no teníamos televisor y la radio estaba difícil también, por eso no la recuerdo tanto, no olvides que yo era muy pobre. Aunque yo no lo vi jugar, decían que Martín Dihigo era excepcional…
Jugaste con Pedrito Ramos y Camilo Pascual.
Camilo tenía una curva hacia abajo de madre y Pedritomuy buena velocidad. Ellos jugaban allá con el Cienfuegos, pero nosotros jugábamos aquí, antes de irse Pedrito para allá; él es del Corojo. Una vez jugamos con El Gacho, junto a Camilo Pascual y Pedrito Ramos, allá en las Minas de Matahambre. Camilo no lanzó, pero recuerdo que Nené Martínez le metió tremenda línea a Pedrito.
¿San Juan y Martínez?
El municipio dónde nací y me crié. He pasado mis 68 años en San Juan y Martínez, qué otra cosa te puedo decir. Mira lo que son las cosas de la vida, ahora se conoce más por mi hijo Omar.
(Interviene Juan Ramón de la Portilla): –Y por el tabaco… Primero por el tabaco, ahora por Omar. El único amateur que aparece en la Enciclopedia Encarta.
Omar no fuma. ¿Y Fidel fuma tabacos?
No, tampoco.
Háblame de tus padres y hermanos.
Somos dos hermanos, una hembra y yo. Nuestra familia éramos el viejo, la vieja y los dos hermanos. Él era agricultor, yo lo ayudaba en el campo. La vieja atendía la casa y a veces trabajaba en la escogida, ensartando el tabaco y eso. No éramos propietarios, de eso nada, trabajadores de la agricultura en distintas ramas, no teníamos tierra. Cuando yo era joven, recuerdo que sembrábamos pedazos de tabaco. Eso era cuando terminaba mis labores, en pedacitos de tierras, en algunos raticos libres que teníamos.
Ahora también son cuatro…
Cuatro no, cinco con el nieto y la nuera, aunque Omar vive en Pinar del Río.
¿Cómo le pusieron al niño de Juan Carlos?
José Carlos… Vamos a ver si sale pelotero, porque las de Omar son hembras.
Compara la pelota de hoy con la que tú jugaste.
Hoy se les da más facilidad a los atletas. Cuando yo jugaba era el fin de semana. Trabajábamos duro todos los días, por las condiciones que teníamos en aquel momento. Ahora se les da licencia, te daban una sola licencia para toda la Serie Nacional. Por cierto, la primera serie que jugué pasé tremendo trabajo para que me dieran la licencia. El problema es que estaba en el Ejército. Entonces todos los días iba allí y pedía el permiso; me decían que mañana, que pasado… Ya estaba hecha la preselección, practicando el equipo Occidentales, y yo en el cuartel. Un día me encabroné, le dije al sargento que me diera la licencia, que yo estaba en la preselección en la Habana, que la gente estaba practicando y yo no me había podido ir. Entonces me dijo que allí el que daba la licencia era el teniente. Le dije: mire, aquí el que manda es usted porque el teniente no está; entonces se llenó de valor y me la dio. Enseguida hice así y arranqué para allá, cuando llegué ya la gente hacía unos cuantos días que estaban entrenando. Recuerdo que aquel día, el primero que jugué, bateé tres hits. Me quedé para hacer el equipo.
¿Un Todos Estrellas de Vueltabajo?
Es difícil, y no me gustaría. El problema es que no puedo quedar mal. Hace mucho tiempo que no juego y es posible que se me quede alguna gente.
Estuviste en el juego contra Los Orioles, en Baltimore.
Sí, allá caímos en la habitación Casanova, Miguel Cuevas y yo. A Cuevas siempre lo ves con el lápiz, sacando cuentas. En el cuarto de nosotros pusieron unas cuantas cosas. Él me dijo lo que habían puesto, desde antes que llegáramos. Les dije que las íbamos a repartir después entre los tres. Casanova dijo: –No, no, repártanse eso entre ustedes, yo no quiero nada, a mí déjenme los camarones y el whisky. –Por cierto, Cuevas por poco se queda allá. Le hicieron una entrevista. Un tipo allí que yo no sé quién era, le dijo que le iba a hacer una entrevista. Nos dijo que lo esperáramos, que él regresaba enseguida. Se entretuvo por allá y cuando vino a ver ya la guagua se iba, pasó un susto tremendo. Del estadio fuimos para el hotel, que estaba cerca. El estadio aquel tiene un quinto piso y le dieron una recepción a los peloteros. Nosotros íbamos a la recepción antes del juego de pelota. Entonces Cuevas fue para allí y se encontró con el equipo. Se fue con ellos para el hotel y nos dijo que estaba bobeando, reconoció que estaba bobeando. Le dije que si a él nunca le habían hecho una entrevista ni nada de eso, que tenía que despabilarse. Omar bateó de 4-4. Batearon como locos, prácticamente el único que no bateó fue Pacheco, y fíjate que era un tremendo equipo, eso es para que la gente vea que en Cuba se juega pelota de la buena, nos sentimos contentos y muy orgullosos todos los de la delegación, aquello fue una locura, una cosa tremenda, para muchos parecía imposible ganarle a un equipo de las Mayores, pero ya ven que aquí se juega duro de verdad, ahora tendrán que respetarnos más. La pelota es una cosa que siempre me ha gustado a mí y la llevo en la sangre. Si vuelvo a vivir otra vida, tendría que ser pelotero de todas formas, no me concibo en otra cosa.
Muchos se preocuparon por ti.
Sí, creo que aquí llamaba todo el mundo cuando yo estuve enfermo, eso lo agradezco de verdad, pero otra cosa era en el hospital, porque allí la gente no sabía el teléfono, o no me ponían a mí, no sé.
Fuiste Diputado a la Asamblea Nacional.
Pero nunca pedí la palabra. El problema es un poco complejo. Si vas a hablar, tienes que estar bien actualizado del tema y haberlo tratado aquí en Pinar del Río primero, si te pones a hablar, figúrate. Cuando aquello Blas Roca era el Presidente de la Asamblea y te decía que eso no, que fueras para tu provincia que eso ya estaba allá. Yo fui diputado durante diez años.
¿Tus momentos felices?
Es difícil recordar un día. Yo siempre me siento contento cuando el equipo gana, cuando Omar o Juan Carlos hacen algo, porque es importante que hagan algo en los juegos internacionales, y aquí también. El más desagradable fue la vez que me di dos ponches.
¿Te chiflaron?
No, nunca, al contrario. Una vez me chiflaba uno, pero era un jodedor de aquí de Pinar del Río que iba allá al Latinoamericano. Después me dijo: –Oye, tú no oías que te chiflaban, ése era yo, para joderte.
¿La patria?
La que uno tiene aquí en Cuba, la que uno representa, la tierra, la yerba, sí, patria es la que uno ama. Yo siempre he sido humilde, desde que nací.
¿Feliz?
Sí, para qué más felicidad. Nunca tuvimos ambiciones de tener esto o aquello. Lo que hemos tenido ha venido poco a poco, sin grandes pretensiones ni nada de eso. Hay millonarios que se suicidan porque no son felices. El dinero es bueno tenerlo, pero no lo es todo, ni siquiera lo más importante, para mí lo principal es el respeto, el cariño de la familia, el amor, sacrificarte y vivir por tu patria, lo demás es superficial.
A Omar le proponen millones… ¿Hubieras aceptado?
La época mía era distinta. Cuando aquello tenía que trabajar duro y la única forma de coger algún centavo era que la gente te ofreciera algo. En el deporte era limitada esa posibilidad. La gente trabajaba mucho y así venía para el terreno los domingos, no bastaban las buenas condiciones en el juego, era necesario tener amigos para poder llegar a algo. Otros no se decidían, mira Silvio Duarte, un pelotero excepcional de nosotros, lo mandaron a buscar para los Piratas de Pittsburgh y no quiso irse. Hay gente muy apegada a su tierra; así soy yo, quizás hubiera aceptado en aquellas circunstancias para mejorar a la familia y sacarla de la pobreza espantosa en que vivíamos, pero me hubiera sido muy difícil dejar lo mío. La vida es del carajo. A mí nunca me hicieron ofertas. Yo jugaba aquí contra los profesionales que venían, con las selecciones que traían Napoleón Reyes y otros al estadio de Borrego, en Pinar del Río. En aquellos juegos competí contra muchos estelares de Cuba, y lo hice bien, pero nunca me hicieron ofertas. Después de tanto tiempo creo que me alegro, porque mi vida quizás hubiera dado un vuelco no deseado, me apartaría del pueblo, de la familia, de todo lo mío, por unos pesos. He sido feliz así, con mi gente, en mi tierra, ¿para qué más?
¿Qué sucede cuando los muchachos deciden un desafío?
El problema es que todos esperan un batazo de Omar o de Juan Carlos. Yo me digo que tienen que estar al dar un batazo grande, que no pueden irse tantas veces en blanco. Y así es muchas veces; otras no y me pongo mal. Ellos tienen un carácter parecido al mío, y al de Panchita. Omar es un muchacho que siempre ha sido así, habla cuando se le pregunta, y Juan Carlos es igual. A la madre hay que sacarle las palabras, y yo solo hablo cuando es necesario.
¿Omar es el más grande?
Eso dice la gente, pero yo no puedo decir nada, porque el problema es que eso lo dice la gente, yo no tengo que decir nada. Yo sé que es un buen pelotero, ahora, que sea más bueno o más malo, es otra cosa. Para mí que está entre los buenos. Mira, uno que también jugaba muy bien es Luis Giraldo Casanova.
¿Por qué te decían Maraña?
Porque yo siempre estaba controlando las cosas, porque allí en la Serie Nacional, a primera hora, había alguna gente que robaba. Yo lavaba y me sentaba en las gradas, allá arriba a velarlas tendidas, hasta que no se secaban, una hora, dos, tres. Una vez vino uno que se destacaba bastante, miró para todos los lados, para alante y para atrás y no vio a nadie. Entonces hizo así y me cogió las medias. Le dije –Oye, me quieres hacer maraña, –y me dijo asustado: –Coño, pero tú estabas ahí. –Le dije que no me saliera con esas, que me quería coger las cosas y me dijo: –no, chico, no… –Entonces le dije que iba para la dirección a decirlo. Me pidió que no le hiciera eso, que lo iban a botar. Pero si no estoy allí, me las lleva. Después lo perdoné y fue un buen amigo mío. Ese es el problema. Yo una vez estaba en el Latino y llegó un buen amigo mío, que era uno de los que cogía. Yo estaba con el equipo de Pinar del Río, durmiendo en la cama de arriba, la de abajo estaba vacía y ponía mis cosas allí. Cuando me despierto y veo un bulto, me preocupé. Entonces lo vi a él allí y le dije que tuviera cuidado con mis cosas, que todas eran mías y que se parecían a las de él, que no fuera a llevárselas, que no quería maraña conmigo. Recuerdo que me dijo: –No compadre, yo a ti no te puedo tocar, tú eres mi hermano.
¿Cuándo te retiraste?
En 1971, jugué hasta la X Serie Nacional, ocho temporadas, ya tenía cuarenta años y estaba cansado de tanto tiempo en el terreno, entonces me dediqué a enseñar a los demás, ya en la XI Serie fui entrenador del equipo Pinar del Río, con Lázaro (Lacho) Rivero, de manager. Me fue bien, pero extrañaba demasiado el juego diario, hasta quería salir a batear en momentos difíciles y todo eso, que ya no se podía.
¿Vas a vivir para Pinar del Río?
Sí, pensábamos ir para allá, pero ahora nos dieron una casa aquí en San Juan. El problema es que uno siempre quiere avanzar para la capital. Ahora nos dieron una casa que estamos arreglando, frente a la iglesia. En esta vivimos desde 1952, aquí nacieron los muchachos, no va a ser fácil salir de ella después de tanto tiempo, lleno de recuerdos de cuando Panchita y yo éramos muy jóvenes todavía.
¿Te gustaría un libro sobre las Estrellas del Béisbol Pinareño?
Bueno, siempre que se haga una cosa por la provincia es bueno, para que los participantes se queden ahí, y la gente los recuerde y los respete, porque se sacrificaron mucho para hacerlos a ellos felices…
En él no puedes faltar tú…
Eso espero.
Las horas transcurrieron sin darnos cuenta. Sesiones de trabajo cargadas de recuerdos y añoranzas. En ese momento no pude entrevistar a Panchita, quien en complicidad con Fidel y Juan Carlos, se escondía en la cocina y los cuartos. Día de carnaval sanjuanero, nos fuimos a beber algunas frías bien merecidas, en calles abarrotadas de gente.
Me costó trabajo recuperarme de tantas confesiones de quienes uno admira y quiere, pero la entrevista a Fidel me dejó un sabor difícil de descifrar. Lo vi con la salud quebrantada, esforzándose por responder a cada pregunta. Por eso no insistí más en algunas que pudieran emocionarlo demasiado. A fin de cuentas entrevistaba yo al amigo admirado y en ese momento tenía la responsabilidad de cuidarlo. Mas no podía imaginar que, poco después, dijera adiós para siempre de entre los vivos. Mucho menos que esta, quizás, haya sido su última entrevista.
Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
29 de agosto de 1999.
LABOR EN SERIES NACIONALES
A LA OFENSIVA
SN CB VB C H AVE 2B 3B HR TB SLU. BR CR
10 123 1581 172 425 269 52 13 8 527 .333 19 29
CI SH SF DB BB BI SO BD
159 10 6 38 187 37 143 43
A LA DEFENSA
JJ INN O A E TL AVE DP
540 3561.1 613 39 25 677 963 14
Hechos destacados
-Líder en hits conectados, en la II Serie nacional (1963), con 36.
-Líder en dobles, en la III Serie Nacional (1964), con 8.
-Líder en bases por bolas intencionales, en la IX Serie Nacional (1970), con 10.
-Líder en pelotazos recibidos, en la I Serie Nacional (1962), con 6.
-Líder en golpeados por lanzamientos en un juego, en la IV Serie Nacional (1965), con 2.
LABOR INTERNACIONAL
Juegos Centroamericanos y del Caribe: Kingston, Jamaica 1962 y Juegos Panamericanos: Sao Paulo, Brasil, 1963.
VB C H 2B 3B HR CI BB K BR CR TB SLU AVE
43 7 12 4 0 0 6 1 1 0 0 16 372 279