Por Andriw Sánchez Ruiz / Carlos Valmore Rodríguez
Caracas.- En algún lugar de la casa de Henry Urrutia debe haber un premio que lo condecora como el mejor bateador de la temporada 2017-2018 de la LVBP. Es el actual campeón de average en el circuito. Así partió a Estados Unidos, en donde reside. Así llegó a México, país en el que jugó beisbol durante todo el año.
Se vistió de rojo, pero no del colorado de Cardenales de Lara. Se atavió con la causa de Diablos de Rojos de Ciudad de México. Allí tuvo que adaptarse, pues el beisbol no es exactamente igual en todas partes, a pesar del lugar común de los peloteros, el cual señala que la “pelota es la misma en cualquier lugar”.
Urrutia presenció cómo los lanzadores aztecas se olvidaban de la existencia de rectas y se inclinaban sobre el morrito para tirar garabatos y zigzags. El cubano casi se desploma. Tuvo un lento comienzo. Pensó que, por la bien célebre ausencia de paciencia en México, su carta de despido iba a estar colgada en el locker una noche.
“A mí me fue mucho más fácil adaptarme a Venezuela que a México. La pelota de aquí se parece más a la de Estados Unidos”, dice en el Estadio Universitario.
“Aquí ves más pitchers de las menores, usan más rectas. En México no; a veces en 3-0 te tiran un pitcheo quebrado. Tuve que adaptarme, y me costó. En las primeras dos semanas me metí como 14 ponches”.
Pero lo logró. Urrutia se acostumbró al beisbol mexicano.
Bateó para .362 de promedio de bateo en el primer torneo de la campaña y para 1.053 de OPS, con 10 jonrones y 45 carreras impulsadas. Sin embargo, no consiguió familiarizarse con otras costumbres importantes de la vida de un pelotero en la gran nación azteca: La comida y los cambios a otros equipos, que parecen más préstamos que otra cosa.
“En los últimos dos meses de la temporada perdí siete kilos de peso, cuando me cambiaron a Guerreros de Oaxaca”, relata. “Cuando me mandaron para allá tuve que cambiar todos mis hábitos. Ya no podía ir al gimnasio, ya no podía comer a las horas. Además no me gusta mucho la comida mexicana. No me gusta para nada el picante, y ese cambio me hizo perder peso y masa muscular”.
Urrutia es tan alto (196 centímetros de estatura) que parece más flaco de lo que en realidad es. Así que es fácil imaginar la delgadez que padeció en su tiempo en Oaxaca, donde ligó para .286 de average.
Tal vez esos cambios, la necesidad de adaptarse para no estimular una decisión de despido y el golpe cultural, le dan a Urrutia una imagen semi indómita de la Liga Mexicana de Beisbol. Estaba acostumbrado a las granjas de Orioles de Baltimore y Medias Rojas de Boston, o la velocidad que existe en los brazos del Caribe. No a las curvas de la vida –y los montículos- de México.
“La gente cree que la Liga Mexicana es una liga para retirarse y no. Es una liga exigente. Dura”, comenta. “Pero ahora vuelvo a Venezuela, estoy contento de estar aquí”.
En su vuelta aún mantiene la corona como el mejor bateador. Es el rango que se ganó a maderazos, en su primera temporada con Cardenales, luego de reforzar por dos años a Leones del Caracas. Es su cuarta campaña aquí y, por lo que dice, quiere que sean muchas más.
“Yo me siento parte ella (Venezuela). Quiero tener muchos años en la liga. Ser alguien como Félix Pérez o Adonis García”, señala. “Cosas que aprendí aquí me funcionaron en México”.
Sin contar el juego de este viernes contra Leones, Urrutia tenía seis hits en sus primeros 13 turnos legales. Es un comienzo soñado para alguien que no veía lanzadores desde hace más de un mes. “Ni yo me esperaba comenzar tan bien con el bate”, admite.