POR JORGE EBRO
A corto plazo, Andrew Cabezas quiere ser como Pedro Martínez, pero su ejemplo para toda la vida no puede ser otro que Armando, su padre. Del primero toma la fiereza, su espíritu de guerrero; del segundo la dedicación a la familia, el ser pilar de un edificio humano. Con esos ídolos lado a lado, el lanzador de la Universidad de Miami está condenado al éxito.
Quizá su nombre no suene mucho fuera de los círculos del béisbol colegial. Cuando venga el Draft de las Grandes Ligas la historia pudiera ser diferente, pues Cabezas está proyectado para ser elegido en las primeras rondas.
«Firmar con un club de las Mayores será un orgullo para mí», afirmó el joven de 21 años. «Yo podría haber firmado desde preuniversitario, pero me dije que iba a ser la primera persona en mi familia en ir a la Universidad y jugar Grandes Ligas. Se lo debía a todos mis seres queridos».
Un cliché diría que Cabezas nació para ser pelotero, pero si de algo está absolutamente convencido es que sería jugador de la UM por encima de cualquier consideración o augurio. Era el destino y el deseo.
Cuando era un niño apenas y aprendía el ABC del béisbol en los parques de Miami, Cabezas iba al estadio de la UM a ver los partidos de los Huracanes, y cuando estaba en el preuniversitario de Coral Gables trabajaba a tiempo parcial en los concesionarios del parque de pelota.
«Yo estaba en el paraíso, lo mismo vendía perros calientes que refrescos, y a la vez no me perdía ni una jugada de los Huracanes», apuntó el muchacho nacido en Hialeah en una familia cubana. «No me imaginaba en otra parte que no fuera con los Huracanes. No sabes cuánto significa para mí vestir este uniforme».
Fue a los ocho años que a insistencia de su tío Abelardo, Armando llevó a Cabezas por primera vez a un terreno de pelota que se convertiría desde ese momento en una especie de pasaje al mundo exterior.
Cabezas era hijo único y, de pronto, el béisbol significó vivir y actuar fuera de la casa familiar, chocar con la realidad, conocer personas de todo tipo y aprender a valorar el sacrificio de sus padres.
«El béisbol me permitió tener nuevos hermanos, otras familias», comentó Cabezas, quien estudia administración de negocios, comunicaciones y marketing. «Espero que me siga permitiendo más cosas en el futuro».
Ya en el preuniversitario Cabezas comenzó a dar de qué hablar y en la UM se ha convertido en un pilar de la rotación gracias a su arsenal de lanzamientos pero, sobre todo, a su valentía para imponerse en situaciones difíciles.
No era casualidad que su pelotero favorito fuera Pedro Martínez, de quien alguna vez dudaron de que pudiera establecerse en Grandes Ligas y terminó su carrera como un futuro Miembro del Salón de la Fama.
«El no lo sabía, pero Pedro me ayudó mucho a ser quien soy en estos momentos», expresó Cabezas. «Como yo, no era un lanzador de mucha estatura, así que tenía que convertirse en un bulldog para imponerse a los que dudaron de él y a sus rivales».
Cuando venga el Draft en unas cuantas semanas, Cabezas sabrá mejor a qué atenerse en su carrera profesional, pero no cambiaría su experiencia por nada del mundo y pase lo que pase, siempre le quedará su otra trayectoria laboral.
Y cuando esa fase de pelotero termine algún día, Cabezas llevará siempre por delante el ejemplo de su padre.
«Dedicarse a su familia como lo ha hecho él, venir a un nuevo país y empezar de cero, eso no es comparable con nada», recalcó Cabezas. «Estar en un equipo de Grandes Ligas es algo enorme, ser como mi padre es lo que más quiero en este mundo».