POR JORGE EBRO
El Cañón de Dos Ríos, El León de la Montaña, El Tambor Mayor…Si a un hombre se le reconoce por la cantidad de sobrenombres que se le adjudican, entonces queda claro la importancia de Orestes Kindelán en la pelota cubana de los últimos tiempos.
Kindelán, para muchos el bateador más potente que jamás haya pasado por Series Nacionales, se encuentra en Miami para compartir con esos aficionados que aplaudieron cada uno de sus 487 jonrones.
«Para nosotros es un honor contar en Miami con la presencia de Kindelán», expresó Osvaldo Pérez, presidente de la empresa El Reencuentro, que ha facilitado la visita de glorias del deporte en la isla. «Sé que los amantes del béisbol sabrán apreciar la carrera de este gran hombre».
Jonronero máximo en las contiendas cubanas y pilar de la selección nacional, Kindelán no solo sobresalió como el máximo jonronero, sino como un bateador inteligente, que sabía dirigir la bola hacia todos los ángulos y ganar la batalla mental contra un pitcheo mucho más exigente que el actual.
Al lado de otros recios sluggers como Antonio Pacheco y Gabriel Pierre, formó un verdadero acorazado en equipos de Santiago de Cuba y de la región Oriental con los cuales ganó 11 títulos, y su sola presencia, imponente y rotunda, era temida entre los lanzadores rivales.
Sin aspavientos ni artificios, «El Kinde», como le conocían los más cercanos, fue de esos peloteros que nunca integró grupos y se entregó por completo al béisbol, casi en silencio, haciendo ruido con el sonido del aluminio y de la bola cayendo del otro lado de la cerca.
En términos de potencia solo se le compara Pedro José Rodríguez y no por gusto fue elegido en la primera camada del refundado o nuevo Salón de la Fama del Béisbol, donde inexplicablemente aún no ha entrado Pacheco, su compañero de tantas batallas.
Primero como receptor, Kindelán pasó al jardín izquierdo, luego a la inicial antes de convertirse en el gran designado y no cabe duda de que habría brillado en Grandes Ligas de haber tenido la oportunidad en una época donde el solo deseo era visto como una traición.
En 21 Series Nacionales y Selectivas conectó para .313; con 2,030 imparables; 1,511 impulsadas; 1,379 anotadas; un porcentaje de slugging de .600; y un mágico OPS de 1,031, una cifra guardada para los grandes de verdad. Su mejor temporada fue la de 1989, cuando conquistó la Triple Corona de Bateo.
«Tenemos entre nosotros a un pelotero que habría triunfado en cualquier pelota del mundo», agregó Pérez. «Más allá de cualquier consideración, este es un hombre que merece el aplauso. Miami se lo va a dar».