Por Jorge Ebro
Ya nada es lo mismo. Los héroes de ayer son los bandidos de hoy, los tiranos del pasado reciben el abrazo legitimador y hechos que en su momento eran considerados legendarios -escapar con un yate, ir a buscar una familia en avioneta- pueden calificarse ahora hasta de actos de terrorismo.
El tablero político entre Cuba y Estados Unidos ha dado un vuelco brutal -al menos en esta orilla, que en la otra… – y todavía muchos no acaban de comprender la magnitud de los cambios, de la nueva realidad que se abre paso y enmarca un sistema de leyes diferentes, de actitudes varias.
El mercado de peloteros cubanos y todos los que viven en sus márgenes siguen funcionando como si todo continuara igual, utilizando el mismo expediente de la agencia libre en un tercer país y acudiendo a cualquier estratagema posible -legal o ilegal- para que los jugadores accedan a contratos millonarios, de donde descontar por cientos enormes que mantienen activa la máquina de las fugas.
Celebro cada vez que un pelotero escapa, siempre y cuando sea su decisión personal. Yo también y muchos miles en Miami lo hicimos alguna vez, pero no comulgo con quienes aplican una especie de garrote vil a cargo de sus servicios y no solamente en el béisbol, sino en cualquier área de la vida.
No puede ser que se le cobren $5.8 millones a una estrella como José Abreu o $170,000 a un casi desconocido como Reinier Roibal -de un bono de $425,000-, de acuerdo con lo declarado por el propio jugador este martes en el juicio que se sigue en una corte de Miami contra el agente de peloteros Bart Hernández y el entrenador Julio Estrada.
Entiendo que esos riesgos son muchos -caer preso en Cuba puede ser el peor de todos- y nada se produce sin inversión -comida, casa, entrenamientos- y algo de audacia. Esto siempre me lo recalca un amigo agente cuyo nombre no menciono, que realmente se ha involucrado en esta madeja por razones bastante humanas y al cual no me gustaría ver nunca en problemas.
Aquí lo que piense yo -y esto es lo fundamental- no lleva mucho agua al pozo, pero lo que piensan las autoridades federales si pudiera llevar a algunos a las prisiones o la cruel confesión para incriminar a otros que actuaron junto a ellos desde los tiempos en que nada ni nadie se metía en el tema de los peloteros cubanos.
Dos hechos se han confabulado para despertar el apetito de la ley: la fantaseada fuga de Yasiel Puig con su relato de bandas criminales, y las escaramuzas legales de Leonys Martín con sus acusaciones de extorsión y tráfico ilegal. Después que se destaparon estas Cajas de Pandora el ojo parpadeante de la ley quedó abierto, vigilante y activo.
Las investigaciones que alguna vez parecieron rumores, ahora surgen como una roca firme y prometen no dejar a muchos con la conciencia tranquila, ni con la ropa de civil puesta, porque el interés de acabar con este mercado en las sombras es real, persistente, sin importar que exista o no un acuerdo entre Cuba y Grandes Ligas, sin importar que los involucrados crean que están haciendo lo correcto.
Cuando en los años 90 del siglo pasado se descubrió el mecanismo para que los cubanos llegaran a las Mayores, cualquier «deserción» era vista como un acto de rebeldía, una suerte de mini victoria contra los gobernantes cubanos, y a celebrar al Versailles con conferencia de prensa incluida.
No es que muchos hayan cambiado esta percepción, pero al menos para el gobierno la transformación es evidente. «Circulen ciudadanos, que en esta fuga no hay nada que ver, salvo si se ha roto la ley».
Quiero dejar claro que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario y en mi trato con Hernández y Estrada siempre me han parecido personas correctas, pero este juicio de ambos, implicados en supuestas conspiraciones para incitar a la emigración ilegal y el engaño a organismos gubernamentales, suena como una advertencia, la clásica escritura en la pared que todos leen y poco siguen al pie de la letra.
Aquellos tiempos en que un general llegaba al sur de la Florida con un avión de la Fuerza Aérea y terminaba en los brazos de un presidente se terminaron. Aquellas épocas donde se ayudaba a un pelotero a escapar y firmar un contrato millonario están agonizando o en proceso de cambio hacia otra cosa muy diferente. Puede que me guste o no, que te guste o no, pero es la realidad. Ya nada es igual
A no ser que Donald Trump piense otra cosa…