En la cueva de los Toros de Camagüey, un hombre resalta sentado justo en el medio, con los brazos abiertos hacia atrás y las piernas estiradas, como si desde allí controlara todo lo que sucede a su alrededor. Tiene 34 años, mirada rebelde y unas tenues canas se le descubren, aunque está casi rapado.
A simple vista, arrancarle una frase parece misión imposible, pero detrás de esa fachada de guapetón impenetrable, Alexander Ayala García (31 de diciembre de 1981) se revela cual diáfano conversador, líder inconfundible y nostálgico perenne, amante del deporte y del legado que su abuelo le dejó en los terrenos de pelota, donde ha terminado una y otra vez por más de 25 años, casi como una filosofía de vida.
De hecho, si bien su hiperactividad desde pequeño le llevó a practicar infinidad de deportes, todos los caminos lo colocaron entre bates y guantes, conducido siempre por los consejos de un hombre. «Rafael Ayala Freyre», dice y calla por unos segundos, como repasando en su mente los instantes que ese nombre le recuerda.
«Ese es mi abuelo, también era pelotero y jugó en Grandes Ligas antes del triunfo de la Revolución. Con él empecé en el béisbol a los siete años, y aunque ya murió, siempre ha sido mi referencia en los diamantes», confiesa Ayala, quien día tras día regresaba a su casa luego de largas jornadas en los terrenos de Rosabal y La Embotelladora, en el centro de la urbe agramontina.
Las memorias de esos tiempos evidentemente vienen en tromba, y no todas se vinculan a jonrones, fildeos en «el hueco» y tiros en el aire. «Yo practiqué boxeo, tenis de mesa, fútbol, baloncesto, de todo, siempre estaba en la calle, muy activo», recuerda, y asegura que de ese ir y venir por cuadriláteros y tabloncillos quedó un profundo amor por el deporte.
«En sentido general me gustan todos los de combate, aunque soy aficionado al boxeo, gran amigo de Julio César La Cruz y Yasnier Toledo. Siempre estoy metido en el club en Camagüey y practico, porque es un deporte que te ayuda mucho con los reflejos», revela.
REY DE LA LLANURA
Las menciones sobre Alexander Ayala han sido recurrentes en clásicos de las bolas y los strikes. A lo largo de 17 series nacionales tiene average de 297, con 1 128 jits, 102 jonrones y 560 empujadas, además de 824 doble play, 238 errores en 5 882 lances, para un promedio defensivo de 960 en el campo corto, todos esos números sin incluir los pleitos de comodines y la segunda fase del presente torneo.
Sin embargo, probablemente su figura no haya tenido tanto impacto como en la actual temporada, en la que se ha soltado con average de 382, 17 extrabases y 43 remolques. Además, ha ejercido a la perfección el rol de líder de unos Toros camagüeyanos que, plagados de jóvenes, han enterrado cualquier pronóstico con su regreso a la élite del béisbol nacional.
«Tener un equipo con varios muchachos sin experiencia no era una preocupación. Ellos venían trabajando muy seriamente, con buenos resultados en el Sub-23, y han interiorizado que esta es la misma pelota, solo con un poco más de calidad en los lanzadores», precisa Ayala, quien ha servido de guía en todo momento.
«He aportado los consejos que he podido, pero lo más importante es que confiamos en nuestras posibilidades, nos trazamos como meta vencer juego a juego y salir con todo en cada partido. Así hemos logrado mentalidad ganadora en un equipo que lleva varios años ocupando el puesto 15, el 16, el 14, siempre por detrás en la tabla», explica el torpedero agramontino.
PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Con tanta carretera, Alexander Ayala repasa su trayecto por los diamantes sin atisbo de arrepentimiento, aunque con muchos conocimientos y vivencias adquiridas, las cuales le han ayudado a ser un mejor profesional.
«Soy divertido, pero tengo carácter fuerte. Eso antes me chocaba, si había un bolazo a veces me quería coger el problema para mí, pero uno va madurando en la vida, y si los muchachos me ven como la referencia entonces tener una mala actitud no es bueno para el equipo», asegura el paracortos.
Justo ese carácter por momentos impulsivo, lo condujo a tomar la decisión de no jugar en el 2015. «Yo amo el béisbol, pero me desmotivé mucho cuando no me tuvieron en cuenta para los Juegos Centroamericanos del 2014. Me tomé un año de descanso, jugué fútbol, baloncesto, softbol, siempre activo y entrenando. Mis compañeros sabían que yo iba a regresar», confiesa.
Y el retorno se produjo, a tiempo para protagonizar la mejor actuación histórica de su provincia en las dos últimas décadas. «Me toca ahora la responsabilidad de llevar a mi equipo hasta los cuatro grandes. Somos los más débiles en el papel, pero vamos por estar entre los cuatro grandes, ya ahí puede pasar cualquier cosa», afirma.
¿Aspiraciones? Le preguntamos, y no dudó ni un segundo para responder. «Ahora vienen torneos muy importantes como la Serie del Caribe y el Clásico Mundial. Yo he representado a la Patria desde chiquito, en mundiales juveniles y otros eventos, pero la envergadura del Clásico es la que anhela enfrentar cualquier pelotero». (Estadísticas: Yirsandy Rodríguez Hernández)