Por Sigfredo Barros
Para que un enfrentamiento beisbolero merezca el calificativo de «clásico» debe de reunir ciertos requisitos: rivalidad sostenida a través de los años, excelencia en lo concerniente a técnica y táctica, cuyo objetivo no es otro que convertir el juego en un espectáculo disfrutado a plenitud por la afición asistente al estadio.
Aunque en la larga existencia de nuestras Series Nacionales los choques entre Industriales y Santiago de Cuba fueron, con mucha razón, considerados clásicos de nuestra pelota, eso no fue lo presenciado el domingo en el estadio Latinoamericano entre esos dos elencos.
Hubo un marcador parecido más a un partido de polo acuático: 25 carreras en total con 29 imparables y seis errores, además de 20 bases por bolas, 13 de ellas a la cuenta de los lanzadores de las Avispas santiagueras.
Se quedaron a seis de igualar la marca de 26 conseguidas el domingo 20 de septiembre del 2015 por los equipos de Villa Clara y Artemisa, de 13 pasaportes cada uno.
El descontrol primó en ambos bandos. Cuesta trabajo creer que los relevistas de los Leones capitalinos fueran incapaces de mantener una ventaja de siete carreras alcanzada a la mitad del choque. Pero permitieron nada menos que nueve anotaciones en los últimos cuatro capítulos para echar por la borda todo lo alcanzado por sus bateadores, líderes de la justa con promedio superior a los 350.
Peor fue lo sucedido a los indómitos. Consiguieron el empate en la novena entrada, sin embargo, en la parte baja el cerrador Danny Betancourt transfirió a dos hombres y Yoandry Urgellés conectó un sencillo que los dejó al campo. Caro costaron las dos transferencias.
Por supuesto, el tiempo pasaba mientras las bases y los jits aparecían uno tras otro hasta que se completaron más de cinco horas de juego, mientras la buena concurrencia que se dio cita en el Coloso del Cerro iba poco a poco abandonando la instalación. Se perdía el interés. La duración excesiva de los partidos fue una de las causas principales de la salida del béisbol de los Juegos Olímpicos de Londres y Río de Janeiro.
NO HAY PITCHEO
Parece una contradicción que en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla el cuerpo de lanzadores cubanos terminara en primer lugar en promedio de carreras limpias, con un saldo favorable entre ponches y bases. Pero no lo es: cuando usted reúne a un grupo con calidad (Lázaro Blanco, Vladimir Baños y Yoanni Yera) el resultado tiende a ser favorable.
Ese no es el panorama de la Serie Nacional actual. Solo dos conjuntos promedian por debajo de las tres carreras limpias. El resto va en descenso hasta llegar hasta las cinco y las seis permitidas por desafío, con una buena cantidad de transferencias.
Observe detenidamente a nuestros serpentineros cuando permanecen en el montículo. No se están quietos un segundo, mirando hacia todos los lados menos para la mascota del receptor, demorándose innecesariamente lanzamiento tras lanzamiento, desconcentrados, sin comando de la zona de strike, incapaces de bordear las esquinas y tratando de apuntarse un strike con envíos muy bateables. Necesitarían una zona de strike de 20 pulgadas cuando menos… cuando esa zona solo tiene 17.
La afición no salió satisfecha con lo visto el domingo. Exigente como es, con cultura beisbolera suficiente para saber distinguir un buen juego de uno mediocre, merece un mejor espectáculo.