Cuba fue otro desastre en el torneo Premier 12. Aunque sus derrotas ya no sorprenden, pues ocurren desde hace varios años. Lo preocupante no es ganar o perder, pues esto es natural en los deportes cuando existe similitud cualitativa entre los rivales.
Lo preocupante tiene mucho más valor que cualquier revés en un torneo. Hablamos de la muerte lenta del béisbol nacional cubano. Y cuando decimos del béisbol cubano no incluyo las individualidades, pues en esa isla se levanta una piedra y debajo de ella sale una futura estrella del deporte de las bolas y los strikes. Hablamos del torneo dentro del país.
El sol no se puede tapar con una mano. La realidad es que una gran parte de la juventud cubana desea marcharse del país en busca de un mejor futuro. Los niños aprenden a jugar béisbol y cuando crecen intentan abandonar la isla hasta que lo logran. Esa decisión se convierte en un “delito’’ que trae como resultado que las autoridades deportivas no les permitan jugar con el uniforme del equipo Cuba.
En estos momentos la Serie Nacional Cubana está considerada una de las ligas más débiles del universo entre los países con tradición beisbolera. ¡Qué ironía! La otrora segunda potencia del orbe que sólo era superada por el campeonato de Grandes Ligas, hoy por hoy no es ni la sexta a nivel mundial y hasta recibe clases de pelota de países que en un pasado fueron sus alumnos.
La selección nacional cubana no es ni la sombra de lo que fue en otras etapas de la historia. Algunos que no conocieron el pasado y que no desean leer historia o encontrar quién les explique sobre dichas épocas, tratan de justificar las derrotas diciendo que los peloteros del momento se miden a profesionales y los de antes lo hacían frente a jugadores universitarios y de menor monta de otros países.
La diferencia cualitativa de la Serie Nacional Cubana y del equipo Cuba del momento no tiene nada que ver cuando se compara al de otras etapas, sin importar los rivales que enfrentaron los de antes y los que enfrentan los de hoy.
Da pena ver a los serpentineros del equipo Cuba actual con unos brazos remendados con una velocidad en sus envíos que no supera las 90 millas por hora, no saben pegarle la bola a los bateadores, poseen mucho descontrol, poca variedad de lanzamientos y escasa maestría monticular.
Entre las décadas del 70 y parte del 90 existían en Cuba lanzadores excepcionales que no le tenían que envidiar a los buenos de Grandes Ligas. Tuvimos brazos privilegiados y maestros de la lomita con nombres como Manuel Alarcón, Braudilio Vinent, Modesto Verdura, Rogelio García, Julio Romero, Santiago Mederos, Juan Pérez Pérez, Omar Carrero, José Antonio Huelga, Jorge Luis Valdés, Manolito Hurtado, Rigoberto Betancourt, Orlando “El Duque’’ Hernández y decenas de otras luminarias.
En la última temporada de Grandes Ligas no tuvimos ni a un sólo pitcher abridor con la calidad de las figuras de antaño que acabamos de mencionar. Y en Cuba, el mejor lanzador actual no hubiera sido ni el número 15 en otras etapas.
Da pena ver a los jugadores actuales de Cuba con tantos problemas técnicos y con falta de concentración. Da pena ver a bateadores que parecen ovejitas inofensivas frente a pitcheos rompientes. Da pena ver a corredores que cuando están en las bases no saben pensar y regalan carreras con corridos absurdos.
En décadas pasadas tuvimos estrellas como Luis Giraldo Casanova, Rey Vicente Anglada, Alfonso Urquiola, Félix Isasi, Antonio Muñoz, Agustín Marquetti, Pedro Chávez, Urbano González, Felipe Sarduy, Elpidio Mancebo, José “Cheito’’ Rodríguez, Armando Capiró, Fernando Sánchez, Wilfredo Sánchez, Lourdes Gourriel, Fermín Laffita, Rigoberto Rosique, Pedro Medina, Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán y muchos otros.
Es cierto que estos jugadores que militaban en el equipo Cuba le ganaban a los mejores jugadores universitarios de Estados Unidos sin experiencia, pero con elevado nivel. Ahora bien, cuando tuvieron oportunidad de enfrentarse a novenas profesionales también las derrotaban. Así lo hicieron en varias ocasiones frente a la selección profesional de Japón y con Venezuela contando con peloteros de Ligas Mayores.
Y si se hubieran medido a equipos de Grandes Ligas también podían ganar y perder, pues en dichas épocas teníamos a decenas de peloteros que poseían el mismo talento de ellos.
Muchos expertos consideraban de categoría Triple A el béisbol que se jugaba en la Serie Selectiva en Cuba en las décadas del 70 y 80. Antes de 1961, la Liga Invernal Cubana era una pelota donde se medía a los jugadores para ascender a Grandes Ligas. Actualmente, la Serie Nacional de Cuba cuando más es de Clase A.
EL MÁNAGER VÍCTOR MESA
Si da tristeza ver la pelota cubana actual, pena nos da ver dirigir a Víctor Mesa. Es cierto que Mesa fue un excelente pelotero que está ubicado entre los mejores de las últimas cinco décadas dentro de la isla. Lo vimos jugar y no dudo de ello. Pero como mánager, deja mucho que desear.
No, que nadie piense que mi opinión tiene que ver con las derrotas. No, que nadie piense que lo digo porque realiza jugadas malas. Todos los mánagers hacen jugadas malas y buenas que cuando salen mal son criticadas y cuando salen bien se perdonan. Esto es natural.
Mesa es un pésimo mánager porque no se ajusta a los requerimientos del béisbol actual. Es un mánager al estilo de las décadas del treinta y cuarenta del pasado siglo que trata de imponer respeto con una guapería barata que no está acorde con la pelota moderna.
Mesa es ese mánager que acostumbra a faltarle el respeto públicamente a los peloteros cuando cometen errores costosos, y en ocasiones no tan costosos. Y el respeto mutúo es la base fundamental para que un dirigente alcance la cohesión necesaria con los jugadores.
Un mánager debe ser un ejemplo de conducta, disciplina y ética, dentro y fuera del terreno de juego. De esto carece Víctor Mesa.
POLÍTICA EN DEPORTE
A estas alturas del Siglo XXI, todavía existen comentaristas en Cuba que mezclan la política con el deporte. Esto también da pena. Siguen hablando de robos de talentos, traiciones y deserciones. ¿De qué robo de talento? ¿Cuáles traiciones? ¿Deserciones, como si fueran miembros de un ejército armado?
Los scouts de Grandes Ligas cuando observan a jugadores de diferentes países, lo que hacen es cumplir con su trabajo. Los peloteros que buscan jugar en Grandes Ligas toman la decisión por el derecho que tienen como ser humano a elegir sus destinos para su mejoramiento económico y profesional.
Los buscadores de talento no son ladrones, los que vienen a jugar en Grandes Ligas no son traidores, ni tampoco desertores. Seguir con ese pensamiento es profundizar aún más en el estancamiento donde se ha sumido el béisbol en Cuba.
Los cubanos que brillan en Grandes Ligas como José Abreu, Yoenis Céspedes, Adeiny Hechavarría, Aroldis Chapman, José Iglesias, Kendrys Morales, Alexei Ramírez, José Fernández y Yasiel Puig, debieran tener derecho a ganarse un puesto para vestir el uniforme del equipo Cuba en el próximo Clásico Mundial.
La mayoría de estos jugadores desean hacerlo. Pero la política y el atraso mental de algunos se sigue interponiendo. ¡Qué absurdo!
LA ÚNICA SOLUCIÓN
Es cierto que Cuba ha buscado salir de la crisis permitiendo que varios de sus jugadores se inserten en ligas profesionales de Japón, Canadá y México, entre otras. Pero esto no ha traido una solución al problema en el aspecto cualitativo y mucho menos en evitar que los peloteros se marchen del país.
El sueño de cualquier jugador es actuar al nivel máximo para elevar su desarrollo. Y esa altura se llama Grandes Ligas.
Con las nuevas relaciones diplomáticas entre Cuba y Norteamérica, muchos esperan que el Congreso de Estados Unidos decida poner fin al llamado embargo económico contra la isla.
Esa es la esperanza. Pues si esto ocurre, entonces los peloteros cubanos podrían ser firmados con equipos de Grandes Ligas sin necesidad de abandonar su país, mejoraría el nivel de los jugadores, los mismos engrosarían las filas del equipo Cuba y se incrementarían los recursos para desarrollar el béisbol en todo el país.
Sin duda, la tabla de salvación para la pelota cubana es que sus jugadores puedan jugar directamente en Grandes Ligas. Y que por esa vía, la Liga Cubana se introduzca dentro del mercado beisbolero de Estados Unidos, como lo estuvo entre 1878 y 1961.
Si se abren las puertas, se le podrá decir al béisbol cubano: “Levántate y anda’’. Pero si las puertas permanecen cerradas, entonces tendríamos que decir: “Apaga y vamos’’.
Podría ser la muerte de la pelota nacional. Y el fútbol, ese deporte que envuelve pasiones a lo largo y ancho del universo, se convertiría en el nuevo pasatiempo nacional cubano.
Ojalá que no ocurra ese desastre, y que Cuba acabe de dar el salto a la modernidad del béisbol.