Foto (Webshot): Pedro Luis Lazo siempre fue un intimidante en el montículo
Por Raúl Hernández Lima
Ese día el rascacielos estaba intratable. Unos pocos segundos entre bateadores le bastaba para secarse el sudor y ahí venía el rectazo endemoniado, ora el slider quebrando caderas, ora el tenedor para burlarse del toletero de turno.
Las gradas parecían estar vacías. No había un solo tunero vociferando mientras el pinareño simulaba lanzar a un grupo de niños más que a los leñadores en aquel inolvidable partido. Algunos incluso deseaban el desenlace más temido para cualquier Line Up.
El juego perfecto amenazó desde el comienzo. Nadie conoció la primera base mientras el gigante de ébano tuvo la pelota en la mano. Uno tras otro desfilaron los 26 retadores y salieron con la cabeza baja de allí. Entonces tocó el turno a Juan Miguel Gordo.
El rival parecía inofensivo para Pedro Luis Lazo. La mirada cómplice y el bate al hombro de su compañero de cuarto en los equipos Cuba desde las categorías menores presagiaba la supuesta crónica de una muerte anunciada. Todos daban por hecha la hazaña.
En dos strikes no había espacio para demorar la situación -cuenta Lazo después de muchos años-. Me miró como diciendo que terminara las angustias y claro que no le puse interés. ¿Qué iba a imaginar yo que él haría eso? -se pregunta retóricamente y continúa la anécdota- Entonces lancé una recta inofensiva al medio del home y me sacó un fly cortico detrás del cuadro entre primera y segunda.
Ahí sintió el lanzador más ganador de nuestras series nacionales que se derrumbó la ilusión. La historia muchos la conocen pero no va de juegos perfectos la cosa. Aquello pasó y la anécdota acaparó el protagonismo que para algunos debió ocupar la hazaña.
Foto (Webshot): Lazo en el Clásico del 2009
Fue así que llegó la revancha para el vueltabajero. El destino lo ponía frente a los tuneros otra vez. Todo estaba planificado. En ese instante quizá no importaba el resultado sino el reparo de los perjuicios para Pedro Luis que tenía, literalmente, la justicia en sus manos.
Era blanca y redonda la sentencia y amenazó con posarse sobre la anatomía del villano de la historia para los que esperaron la perfección aquel día. La cosa no comenzó bien para el abridor de los Vegueros en esa ocasión. Tres boletos en línea en la misma primera entrada lo ponían frente a Gordo con las bases llenas -cuenta el Astro del montículo-.
Quizá nadie imaginó que la venganza se consumaría en ese momento, acaso el menos indicado. Pero Lazo pensaba otra cosa. Entonces soltó esa recta endemoniada sobre la envergadura del rival y lo dejó en malas condiciones. No recuerda Pedro Luis otra vez donde el bateador de marras se paró cómodo en el home.
Muchos otros pudieron protagonizar el anecdótico recuento. Tal vez Urrutia defendiendo el liderato de bateo, uno de tantos, después de la advertencia de su rival y amigo se paró confiado en la caja de bateadores y sintió el misil rozar sus muñecas, e ipso facto, pidió el descanso a su mánager a sabiendas de lo que le esperaba en aquel duelo.
Otros bateadores como Pacheco, Kindelan o Tabares más de una vez probaron el kilometraje furioso del retador. Nada menos que en 262 ocaciones mandó adolorido algún bateador hacia la primera base. Sólo superado por Misael López con 285 en 4 Series más hasta que en la pasada SNB lo igualara el veterano Danny Betancourt.
El top 5 de esta temible lista lo completa otro serpentinero de hierro como José Miguel Báez (237 en 20 campañas) junto al incombustible Carlos Yanes (227 en 28 campeonatos). El anecdotario para esta, la estadística más dolorosa del baseball, alcanza dotes enciclopédicos, mas no resulta ocioso resaltar sus protagonistas de ambos lados del dolor.
Así encontramos a quienes pusieron músculo delante de los endemoniados envíos. La ‘accidentada’ lista se nutre de cuatro adoloridos con más de 200 moretones y estoy seguro de que nadie se sorprende si se entera de que todos despacharon más de 200 jonrones. Las suspicacias entonces no parecen descabelladas, menos si acotamos que la mitad de ellos despidió más de 300 pelotas del parque.
El más perjudicado por los lanzamientos salvajes no es otro que el fornido tunero Joan Carlos Pedroso con nada menos que 266. Reutilio Hurtado 260, Gabriel Pierre 225 y Osvaldo Arias 200 completan el selecto club de los magullados.
Esta compilación obviamente depende de acumulados pero hubo quienes encaminaron rumbo a otros Horizontes beisbolesros dejando tras su paso un desorbitante récord hospitalario. Probablemente la muestra más fehaciente de ello recae sobre el toletero cienfueguero de los White Sox José Dariel Abreu.
El Pito dejó marcas para un año de 30 bolazos en par de series consecutivas. Transcurrían los años 2009 y 2010 cuando fue azotado en las series 48 y 49 por los atemorizados lanzadores.
Dos años después, durante la Serie 51, el guantanamero Frank Navarro repartió 31 bolas mortíferas durante el 2012. La marca se igualaría con el performance letal del holguinero Yusmel Velázquez del 2015.
Los números adquieren matices de relevancia si entendemos que el slugger Vismay Santos salió apabullado literalmente aquel 10 de enero del 2006 cuando 5 truenos blancos aterrizaron sobre su anatomía durante un partido frente a los tiradores de la Isla de La Juventud.
Está claro que para un bateador es más que difícil tanto infortunio pero no muchos temerarios o descontrolados golpearon a tantas víctimas. No obstante hasta cuatro serpentineros mandaron a 5 rivales a la terapia del hielo en un partido.
El primero en lograrlo resultó el guantanamero Lionel Doris el 13 de enero de 1999 frente a los isleños. Exactamente un mes después Norge Luis Vera hacía sentir las costuras de la pelota en carne propia a los más orientales. El 31 de enero de 2004 el azucarero Eliécer Montes de Oca golpeaba 5 santiagueros en tanto el capitalino Rigoberto Arrebato lo imitaba representado a Metropolitanos el 8 de diciembre de 2006 frente al conjunto de La Habana, ambos equipos extintos de las series cubanas.
Mención especial merece otro lanzador de Guantánamo. José Montoya castigó 6 integrantes de la nómina de Forestales el tercer día de diciembre de 1983, registro que cuenta con el matiz de realizarse en 18 entradas y a la sazón tremendamente difícil de igualar.
Quizá tan complejo como el desagradable hito de Montoya se antoje el nefasto actuar del villaclareño Yoandri Ruiz cuando el 12 de diciembre de 2007 maltrató 4 bateadores en una misma entrada. La inusual gesta increíblemente tuvo lugar por la displicente actuación del Umpire que permitió tal desatino.
Pero la nota por extraña no clasificaba como novedosa. Para el asombro de muchos el 20 de abril del 95 Teófilo Pérez doblegó igualmente 4 contrarios en una misma entrada durante la selectiva de ese año.
El debate seguirá siempre sobre la jugada más dolorosa en el béisbol. La intencionalidad o el descontrol mediarán como opuestos en la discusiones e interpretaciones. Riñas y lesiones resultarán de lanzamiento salvaje de turno y lo anecdótico se apoderará del evento pero sin dudas esta, la jugada más peligrosa del béisbol, demuestra que estamos ante un deporte que se juega caliente.