Cuando el 10 de abril de 1971 nueve jugadores de Estados Unidos cruzaron el puente que unía a Hong Kong con China, comenzaba la llamada Diplomacia de Ping Pong que eventualmente abriría las puertas a relaciones más amplias con el régimen comunista de Mao Zedong y a la histórica visita del entonces presidente Richard Nixon.
Aún no queda claro hasta qué punto pudiera estar involucrado el actual gobierno de Barack Obama en la visita de Grandes Ligas que este martes da inicio en Cuba, pero es casi seguro que a los jerarcas norteamericanos les gustaría resultados similares en términos de apertura.
Poco promocionada en la isla, la delegación de las Mayores va encabezada por miembros del Salón de la Fama como Joe Torre y Dave Winfield, quienes serán los rostros «oficiales» para la foto y el estrechón de manos con los dirigentes cubanos, pero nadie se engaña aquí. Son los que menos importan.
Los enterados en Cuba todavía no quieren creer que en la comitiva estarán José Dariel Abreu, Yasiel Puig, Alexei Ramírez y Brayan Peña. La muralla mediática de La Habana siempre ha tratado como traidores o, en el mejor de los casos, ignorado los éxitos de sus peloteros en las Mayores.
¿Qué ha cambiado para que se les abran las puertas, con restricciones, claro está, a estos peloteros que son vistos como héroes por la gran masa de aficionados que los recuerda de tiempos mejores en Series Nacionales? Mucho y poco, según el punto de vista que se tenga.
No se podría hablar de visita sin mencionar el restablecimiento de relaciones en diciembre pasado -se cumple un aniversario justo cuando Grandes Ligas está en la isla-, lo cual ha traído una manera más relajada, en lo posible, de mirar al enemigo mortal de siempre.
Pero la otra razón principal tiene que ver con el pragmatismo más puro y duro. La ironía es que las autoridades deportivas, encabezadas en este tema por Antonio Castro, entienden que solo un pacto con las Mayores salvará a la maltrecha pelota cubana, tan desangrada de talento y escuálida de triunfos.
Más de 100 peloteros escaparon o se fueron de manera legal en lo que va de año y, a juzgar con fuentes de la industria, muchos más tienen pensado seguir la misma ruta. La única manera de detener esta hemorragia incontenible es la creación de un pacto que regularice la entrada de los jugadores y ponga fin a la búsqueda de un tercer país para establecer residencia y alcanzar la agencia libre.
La ironía es que las autoridades deportivas, encabezadas en este tema por Antonio Castro, entienden que solo un pacto con las Mayores salvará a la maltrecha pelota cubana, tan desangrada de talento y escuálida de triunfos
Se desconoce como será. Puede ser a la japonesa, con un sistema de posting donde los equipos pujan en una subasta, o puede ser una modalidad a la cubana, diseñada por esos mismo -o sus descendientes- que destruyeron un béisbol que funcionaba y era el principal suministrador de talento a la gran carpa.
Lo cierto es que se ha estado negociando de forma soterrada, en silencio, con el objetivo de encontrar agujeros en la ley del embargo, algo que bien puede lograr el poderoso equipo legal de las Mayores, a la vez que acomodan los intereses del gobierno cubano, que su tajada también se llevará.
Al menos para el cubano de a pie, será bueno ver de cerca a sus héroes, hombres como Puig y Abreu, por ejemplo, que se fugaron por vía marítima y ahora regresan en otras circunstancias. Pero aún es pronto para decir que esta Diplomacia del Béisbol funcionará y que a esta visita de los jugadores seguirá la de Obama, antes de que abandone el puesto.
Después de todo, Cuba no es China.