Por Jorge Ebro
A simple vista se ve que Lionard es un Kindelán. Fuerte, macizo y compacto, el chico posee un físico impresionante y le da a la bola hasta hacerla llorar. Acaba de recibir la agencia libre y tiene vía libre para negociar un contrato que le permita iniciar el recorrido hacia las Grandes Ligas.
Su papá Orestes, el mayor jonronero en la historia de Series Nacionales, fijó muy alta la vara de calidad familiar, pero Lionard está dispuesto a hacer su propia historia sin dejar de honrar el apellido Kindelán y apegado a una vida religiosa que es su asidero moral en medio de cualquier tormenta.
Por estos días el chico de 21 años entrena sin descanso en Miami con la ayuda del profesor de bateo Ricardo Sosa y sueña con ese momento en que ponga un pie en un estadio de Grandes Ligas, siempre con la mente puesta en Dios y en su padre.
¿Cómo han sido estos primeros días en Miami?
«Han sido bastante fuertes. Cuando uno quiere lograr algo tiene que empeñarse al ciento por ciento para que los resultados salgan, y también una experiencia bastante agradable, porque he conocido a mucha gente que me ha ayudado y está dispuesta a seguir ayudándome. Le doy gracias a Dios que me está dando la oportunidad de cumplir mi sueño».
¿Explícame cómo tomas la decisión de intentar probarte en las Mayores?
«Fue un proceso bastante duro y largo. No es una decisión que tomas de un día para otro sino que tienes que pensarla y tomar muchos factores en cuenta, porque vas a estar lejos de la familia, las amistades, sacrificar cosas que ya uno tiene para probarte en un lugar que no conoces, y tener presente que todo puede salir bien o que no salga bien».
¿Y estás preparado?
«Sí, estoy preparado para dar el ciento por ciento de mí y que Dios me permita firmar con algún equipo en Grandes Ligas».
¿En que estás trabajando en estos días?
«Quiero terminar de arreglar por completo mi swing. Uno viene con el swing cubano y es muy diferente al americano. Es un paso que estoy logrando gracias al trabajo diario con el profesor Sosa, y también mejorar el físico que es algo importante».
¿Cómo te describirías en el aspecto deportivo?
«Le doy gracias a Dios que heredé la fuerza de mi padre y me considero un pelotero inteligente. Debo limar algunos detalles en lo que es la disciplina en el plato y la selección de lanzamientos, pero eso lo iré mejorando con el juego diario, con la experiencia».
¿Crees que la generación de tu padre habría llegado a las Mayores?
«Me motivaba ver a grandes peloteros como mi padre, Antonio Pacheco, Omar Linares, Lázaro Junco y muchos más que pusieron en alto el béisbol cubano. Al compararlos con peloteros de Grandes Ligas pensaba que la diferencia era ninguna, solamente se trataba de tener amor al béisbol y jugar pelota».
¿Y de los jugadores de Grande Ligas, a quién seguías?
Al Big Papi Ortiz, un pelotero que siempre me llamó la atención por su fuerza, su corpulencia y su humildad dentro y fuera del terreno. También Albert Pujols, saber que es cristiano y que nunca fue para él un impedimento confiar en Dios, eso me impulsó a creer en Dios y confiar que con él todo se puede».
¿Cómo fue ese acercamiento a Dios?
«Empecé de ir a la iglesia desde muy chico con unos vecinos en Cuba que nos invitaron, y con el paso del tiempo me di cuenta de que solo tienes que serle fiel y confiar en él, que en lo que él pueda te va a ayudar. Solamente pedirle y vivir de acuerdo con su palabra».
¿Fuera del terreno, cómo es tu vida en Miami?
«Es un proceso bastante fuerte, porque la familiaridad que hay en Cuba es diferente a la de aquí. Aquí las personas se llevan, son buenas amistades, pero falta el toque de familiaridad cubano, es lo que le falta a Miami».
¿Qué consejos te da tu padre?
«Que siga adelante, que ya tomé la decisión de probarme en el béisbol americano, que yo puedo. Que mire al futuro y me esfuerce al máximo».
Eres parte de una generación de hijos con padres legendarios en el béisbol cubano.
«Es algo bastante curioso. Muchos pensaron que nunca íbamos a tomar esa decisión de probarnos en las Grandes Ligas. Muchos de nuestros padres llegaron a ser grandes peloteros. Yo miraba a mi padre y me miraba a mí mismo, me entró la curiosidad de probarme en el mejor béisbol del mundo y por eso estoy luchando».
Si llegas a las Mayores, ¿cómo crees que verá la gente al hijo de Kindelán?
«No pienso en eso, porque es algo bastante grande. En Cuba y acá mi papá tiene un gran nombre, y para mí sería un orgullo y un honor que la gente me asociará con él dentro del terreno de pelota, no solo por ser su hijo sino por mis cualidades».
ALGO MAS SOBRE LIONARD
Hijo de líder histórico de cuadrangulares en Series Nacionales con 487, Lionard impresiona por su físico de seis pies, 230 libras de peso y un poder sacado de las entrañas de su padre, quien fuera el cuarto bate de aquellos temibles equipos de Santiago de Cuba y la escuadra nacional.
Aunque necesita pulir algunos elementos en su mecánica de bateo, Lionard es visto como un prospecto por encima del promedio al finalizar primero en jonrones (11) y remolcadas (45) en su último torneo Sub-23.
Por sus 21 años de edad y sus tres Series Nacionales de experiencia, Lionard calificaría como agente libre con restricciones, de acuerdo con las regulaciones del nuevo acuerdo laboral de las Mayores.
En otros tiempos un talento de su valía habría recibido un bono de millones, pero ahora los equipos tienen las manos atadas en el mercado de agentes libres internacionales al no poder sobrepasar la suma de $5 millones.
Un referente para Lionard y los hermanos Víctor Víctor Mesa y Víctor Mesa Jr. -hijos del conocido Víctor Mesa- pudiera ser el contrato de $2.8 millones recibido por el prospecto Julio Pablo Martínez.
Lionard es el último de una generación de hijos de excelentes peloteros cubanos que decide partir en busca de nuevos horizontes.
Algunos como Yuli y Lourdes Jr. Gurriel, Miguel Antonio Vargas, Yandy Díaz, JC Millán y Odrisamer Despaigne , entre otros, incluso han firmado contratos con clubes de las Mayores.