Por Boris Luis Cabrera
Todos los días por más de 40 años Humberto Nicolás Reyes, conocido en el mundo beisbolero como “Nicolás” a secas, llega en la tarde montado en su bicicleta al terreno del “Pontón” de la barriada de Centro Habana en la capital de nuestro país a entrenar a niños pequeños con edades comprendidas entre 5 y 8 años.
De joven integró equipos provinciales y llegó a jugar a nivel nacional pero su verdadera vocación es enseñar y allí ha construido su templo y su prestigio con el paso del tiempo.
Nunca se licenció. Alguna vez intentó ir a las aulas pero no tardó en comprender que apenas podía respirar fuera de los terrenos de béisbol, que su lápiz era un bate y su libreta la arcilla del diamante.
“A mí no hay quién me haga un cuento en un terreno de pelota”, apunta.
Nicolás es simplemente un activista profesor, un héroe anónimo que apenas devenga un salario de 280 pesos cubanos al mes y que nada le importa más que la labor que realiza.
“Por mis manos han pasado muchos niños que luego fueron estrellas en series nacionales y hasta en las Grandes Ligas. Yo no busco a nadie para pedirle nada, la misión que yo tengo es estar aquí en el terreno y enseñar, eso es lo mío, le confiesa a Cubadebate.
“Yo sigo siempre pa’lante, esto es lo que me gusta y lo único que se hacer en la vida. Siento mucha pasión por este deporte”, puntualiza.
Peloteros como los hermanos Chirino, Yoandry Urguellés, Yaser Gómez, Alex Sánchez que jugó con los Tigres de Detroit, Jonder Alonso que juega en también en las grandes ligas, etc, son algunos de los nombres que recuerda dando sus primeros pasos bajo sus enseñanzas.
Muchos de los problemas que hoy en día aquejan a nuestro deporte nacional tienen que ver con el resquebrajamiento de la base que lo sostiene. Es fácil para muchos señalar con un dedo hacia las categorías infantiles cuando vemos los errores, la mala técnica y la falta de oficio que a veces impera en nuestros campeonatos nacionales de mayores e incluso en los equipos Cuba.
Pocos se atreven a reconocer que las categorías infantiles son una especie de barco a la derivaque no encalla gracias al empeño de hombres como Nicolás y al sacrificio de los padres de los niños que inundan las áreas deportivas envueltos en sus sueños y en sus pasiones beisboleras.
“Aquí el terreno está en muy malas condiciones, esto es un hueco y nadie se ocupa de su mantenimiento ni de su cuidado, ahora mismo mira para que veas a todas las categorías practicando y jugando a la vez, hasta fútbol se juega en los jardines”, dice el profesor señalando para varios puntos.
“La competencia provincial de esta categoría comienza en mayo, yo me tengo que ir para una esquina a trabajar con ellos con mucho cuidado que otros niños más grandes no le den un pelotazo a mis alumnos”, continua explicando.
Desde hace varios años las entidades deportivas de la provincia no garantizan los implementos requeridos para poder entrenar a estas categorías. Con el aumento de las contrataciones a peloteros en ligas profesionales, la Federación Cubana de Béisbol comenzó a devengar mayores ingresos económicos pero estos aún no se han percibido por estas áreas deportivas.
“Desgraciadamente el INDER no me da nada para entrenar. Los padres se encargan absolutamente de todo. Compran las pelotas, los implementos deportivos que necesitan sus hijos, los trajes, y pagan también el transporte para topes y competencias. Ellos mantienen vivas estas categorías”, aclara con cierta tristeza.
Me preocupan los niños que sus padres no puedan costear esos gastos pero Nicolás me explica:
“Si los padres no tienen recursos para comprarles los implementos a los niños no importa, el problema es que los traigan para que no se pierdan. Aquí yo acepto a todos, pero claro, al menos con un guantecito deben venir, pero si no tienen, otros niños se lo prestan. Si el niño no tiene traje, no importa, pueden competir así, pero los padres se sacrifican y siempre lo consiguen”
Nuestro país es una cantera inagotable de peloteros a pesar de las dificultades. La entrega incondicional de personas como éstas y el palpitar infinito por este deporte de miles de aficionados, la siguen haciendo producir.
“A pesar de los problemas siguen saliendo peloteros, aquí hay gente que le gusta lo que hace por encima de todas las cosas y con ese amor las cosas salen. Yo no tengo nada pero le meto el pecho a esto, los padres ayudan y por eso siguen saliendo peloteros”, dice con un brillo en los ojos.
Nicolás Reyes se despide para comenzar su rutina diaria con los pequeños atletas. Impacientes, los alumnos corren al terreno seguido de sus familiares mientras sus últimas palabras se esparcen en el aire dejando una rara estela de admiración y tristeza:
“La gente piensa que ya por tener 70 años me voy a retirar, pero no, mientras tenga fuerzas aquí estaré desarrollando el béisbol y luchando por él a pesar que nunca han valorado mi trabajo de tantos años ni jamás me han dado ni siquiera un pequeño reconocimiento. Los directivos me conocen, saben de mi esfuerzo y mi sacrificio de todos estos años, duele decirlo pero nunca me han dado nada, pero no me voy a rendir”.