Por Oreidis Pimentel Pérez
De equipo Cenicienta, Pinar del Río se convirtió en uno de los cuatro mejores de la pelota cubana desde finales de los años 70.
La historia beisbolera de Vueltabajo probablemente comenzó en las Minas de Matahambre, pero más allá de los destellos individuales de antaño, fue en las últimas décadas que esta provincia se reveló como un semillero de talento. Si Villa Clara es la meca de los receptores en Cuba, Pinar lo es de los pitchers. Pero también tiene excelentes jardineros y jugadores de cuadro.
Hacer un Todos Estrellas histórico de Pinar del Río es, por tanto, un dolor de cabeza. Veinte nombres se antojan pocos, pero no caben más. Estos son los que conforman mi propuesta.
Receptor: Antes de 1961 solo puedo mencionar a René Friol, que jugó con el Marianao. Luego hubo un Lázaro Arturo Castro (años 90), pero definitivamente su tío Juan Castro (décadas del 70 y 80) ha sido el mejor.
Su impecable técnica, temeridad para bloquear, férreo carácter, mascoteo perfecto, lo hicieron el mejor de su época. Destaca su promedio de cogidos robando (casi 47 por ciento), superado solo después de su retiro, así como por su bajo porciento de errores y pass ball por innings a la defensa. También es legendaria su fama de recibir sin señas o coger con facilidad lanzamientos tan difíciles como el tenedor de Rogelio García.
No obtuvo grandes números a la ofensiva (228), pero se aproximó a los 100 jonrones, y vistió merecidamente los colores del equipo Cuba.
Primera base: Aunque también la jugó Luis Giraldo Casanova me inclino por Rogelio“Borrego” Álvarez (mediados de los 50 hasta los 60), quien fue uno de los bateadores de más poder aislado y slugging en la pelota pinareña. Tanto él como Casanova alternaron como outfielders.
Borrego tuvo bateo por encima de 300 en las Ligas Menores, con varias rachas de kilométricos jonrones; incluso fue líder en ese acápite en la Liga Internacional de la Florida, en 1958, y en la liga Southern Association (AA) en 1967. Fue parte de los Cuban Sugar King, con los cuales ganó la Pequeña Serie Mundial de 1959 y fue el mayor jonronero (64) y mejor empujador (225) en la historia de ese club. Además, fue elegido en 1962 mejor inicialista de la Liga de la Costa del Pacífico en Estados Unidos.
Con el Cienfuegos de la Liga Profesional cubana sustituyó en primera base a “Panchón” Herrera y decidió la Serie del Caribe del 60 con un bambinazo.
En las Grandes Ligas estuvo poco tiempo con el Cincinnati, pero llegó, para luego transitar por México, Nicaragua y Venezuela.
Segunda base: Yobal Dueñas (años 90 y principios del siglo XXI) tenía un swing rápido, integraba los equipos nacionales aun con Pacheco y Padilla entre los aspirantes, e incursionó en las Ligas Menores de Estados Unidos en las que mostró un ascenso en su bateo por tres temporadas y llegó a producir más de 300. Sin embargo, pareció agotársele la vida útil y recaló en México.
Pero por encima de Yobal hay un pelotero que merece este cupo aun sin probarse en el profesionalismo: Alfonso Urquiola (década del 70 hasta mediados de los 80).
“El Relámpago de Bahía Honda” tenía pivoteo limpio y grandes reflejos que lo hicieron titular en el equipo Cuba para cinco Mundiales, tres Panamericanos y dos Centroamericanos. En 1975 Urquiola fue líder de bateo en la Selectiva y ese mismo año decidió con un triple en la final de los Panamericanos de México. Su retiro en 1984 coincidió con su desaforado bateo por encima de 400 en el Mundial que acogió Cuba
Campo corto: Es una posición polémica que cuenta con tres grandes torpederos de tres épocas bien separadas. De la primera asombrará la mención de Luis “Anguila” Bustamante, porque aunque se hizo famoso en La Habana nació en San Juan y Martínez; de las Series Nacionales el candidato es Giraldo González (más de 1200 hits) y por último la MLB reconvirtió en paracorto al estelar jardinero Alexei Ramírez.
En busca del equilibrio voto por Bustamante(primera década del siglo XX). La Anguila no destacó por su ofensiva pues en 12 temporadas entre Almendares, Habana y Fe, concluyó con 220 de average y apenas botó dos pelotas; solo en 1910 conectó por encima de 300.
Sin embargo, su guante era prodigioso, espectacular para su época, al extremo de que solo su condición de mestizo lo privó de llegar a las Grandes Ligas. Fue el “Willy” Miranda de principios de siglo, pues conjugó velocidad, robo de base y mucha picardía. Mítica es la anécdota de cuando alejó la segunda para evitar que Ty Cobb, durante la visita de los Tigres de Detroit a Cuba, le robara la base al cátcher Gervasio “Strike” González.
En las llamadas Ligas Negras su nombre se hizo famoso por estas cualidades y fue el primer electo al Salón de la Fama en 1939. El cálculo del rating de época lo iguala o incluso lo pone por encima de otros torpederos.
Tercera base: Omar Linares, sin distinción, porque es considerado el mejor pelotero aficionado de Cuba. Siendo apenas un mozalbete sustituyó en el equipo nacional a un toletero como Cheíto y allí estuvo en una veintena de eventos internacionales, donde hizo sufrir a todo tipo de pitcheo.
“El niño” tenía todas las herramientas para triunfar: defensa exquisita, brazo, antelación, rapidez, selección de zona de impacto al batear (obtuvo varios lideratos en boletos, por temor de los contrarios y por paciencia propia), mucha oportunidad con presión y carisma. Además, conectaba para todas las bandas y aun como slugger y jonronero era un gran chocador de bola.
Sus múltiples marcas y lideratos harían muy largo su currículo, aunque como resumen durante 15 de sus 20 Series Nacionales sobrepasó los 300 a la ofensiva (es primero en average de por vida con 368), y en más de la mitad de esos tres quinquenios finalizó por encima de 400.
Es segundo de por vida en slugging (644) y en anotadas, tercero en jonrones, cuarto con más hits y con más bases por bolas, quinto en impulsadas y décimo en tubeyes en Series Nacionales.
Linares fue bicampeón olímpico (con 3 jonrones en la final de Atlanta), seis veces campeón mundial, otras seis de la Intercontinental, con sendas cuartetas entre panamericanos y centroamericanos. Cuando ya su carrera iba en pleno declive aun su nombre atraía tanto al público que fue contratado en los Dragones de Chunichi, Japón, donde bateó un modesto 246.
Right field: Amén de jardineros de estirpe como Rafael “Villa” Cabrera y Pedro “Charolito Orta, el puesto es del “Señor pelotero” Luis Giraldo Casanova. Depurada técnica de bateo, distribución de batazos para todas las bandas, fildeo con ubicación gracias a su antelación a la jugada y su técnica para capturar en todas las posiciones, gran brazo y tiros siempre precisos. Hizo gala de versatilidad, tacto y fuerza, y mostró una alta frecuencia de extrabases. No fue veloz, pero sí eficaz en el corrido de bases.
En 17 Series Nacionales es décimo en anotadas (1144), cuarto en slugging (569), sexto en cuadrangulares (312), cuarto en bases intencionales (173), octavo en bases por bolas y décimo en pelotazos.
Obtuvo siete liderazgos de bateo en Series Nacionales y otros siete en Selectivas. En tres play off bateó para 340, en 16 Selectivas para 319 y en las Nacionales para 326, mientras con el equipo nacional asistió a 16 eventos y promedió 426.
Center field: Aunque algunos prefieren al primer bate Luis Crespo, por su defensa y condición de primer bate, o a Tomás Valido por su portentoso brazo, mi ambición por una selección más ofensiva me lleva a un jugador con herramientas también en el infield: Alexei Ramírez.
Con más de 2,000 turnos llegó a ser noveno en bateo de por vida (335) en Cuba sin un físico impresionante. Esa habilidad al bate lo llevó al equipo nacional para los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, donde su equipo ganó el laurel, y luego conectó 412 en el Mundial de 2005.
Sin embargo, su gran año consagratorio fue el 2006, momento de las coronas en los centroamericanos de Cartagena, la Copa Intercontinental de Taipei y la guinda de su average de 375 en el primer Clásico Mundial, sin duda su mejor vitrina como amateur.
En su primera temporada en MLB, Alexei estuvo a punto de ser novato del año (con récord de cinco jonrones con bases llenas para un principiante en el circuito), aunque como segunda base en los White Sox. Con los de la Ciudad de los Vientos asombró a muchos al lucir un mundo en el campo corto, asistió a un Juego de las Estrellas 2014 y en su carrera sobrepasó los 1,000 hits. En el ocaso de su carrera ha recalado en la Liga Mexicana.
Left field: Quedan sin puestos “Charolito” Orta (años 40), “Villa” Cabrera (década del 40), Roberto Fernández Tápanes (que aunque nació en La Habana se formó en Pinar) y Valido, pero se lleva el cupo Fernando Hernández (desde los 70 hasta principios de los 90).
Este hombre destacó por su defensa (971), sin ostentar gran brazo, también por su disciplina y liderazgo, pero sobre todo por su gran oportunidad al bate y su capacidad para impulsar en momentos clave.
Su ofensiva hizo que lo pasaran del débil equipo de Pinar del Río al más fuerte Vegueros y ese mismo bateo (284 gracias a 1,600 hits) le aseguró siempre un cupo en los jardines, pues con la llegada de Lázaro Madera se movió al center e incluso al right cuando Casanova iba a la inicial.
Estuvo a solo dos batazos de los 200 jonrones tras bregar en 20 Series Nacionales, en las que destaca su récord de más fletadas en un juego (12) debido a tres cuadrangulares (en 1982, contra sus coterráneos de Forestales), a lo cual le sumamos cinco convocatorias a los equipos nacionales.
Bateador designado: Es una responsabilidad casi hecha para un solo hombre: “Tony” Oliva, o simplemente Tony O en los Mellizos de Minessota.
Fue el primer cubano con un título de bateo en MLB (1964), de los tres que obtuvo en ese circuito (siempre por encima de 300), el segundo válido para la condición de Novato del Año (1965). Hasta el momento es el único jugador con lideratos de bateo en sus dos primeras campañas.
Asistió a ocho juegos de las estrellas, superando el récord de Di Maggio. De 1964 a 1971 estuvo ocho veces entre los diez mejores bateadores, con cinco lideratos en hits, cuatro en dobles, y dos entre los flys de sacrificios, boletos intencionales y slugging. Un zurdo que pegue más de 200 jonrones es temible.
Como jardinero Oliva tiraba a la derecha y presentó algunos problemas en sus primeras incursiones, pero en 1966 llegó a ser Guante de Oro. Lo anterior podría ser suficiente para incluirlo en los jardines de este equipo ideal, aunque sus lesiones lo llevaron a actuar como designado en MLB, una responsabilidad que parecía ideada en la Liga Americana para preservar su colosal ofensiva.
Lanzadores: No menos de 20 nombres tienen currículos suficientes para estar en esta selección ¡No hay otra provincia tan prolija en serpentineros, y además tantos con más de 100 victorias y más de 700 ponches y menos de tres carreras permitidas por encuentro! Pero son solo diez cupos y, con ello, un quebradero de cabeza.
De la vieja época me decanto por Pedro Ramos y Dagoberto Concepción; de las décadas más cercanas voto por Rogelio García, Julio Romero, Jesús Guerra, Omar Ajete, Faustino Corrales, Pedro Luis Lazo, José Ariel Contreras y Juan Carlos Oliva.
Entre los de la etapa revolucionaria destacan seis de los 13 primeros ponchadores, los tres punteros más otros salteados, lo cual hace de este staff un grupo que elimina a más del 70 por ciento de las posibilidades ofensivas rivales.
El resto de los no elegidos también es de lujo y es una pena que en un equipo no quepan todos: entre los profesionales menciono a Virgilio “Roque” Contreras (primer pitcher pinareño en un equipo nacional) y a Yuniesky Maya (de recoge-pelotas a big leaguer); entre los amateurs, a Maximiliano Gutiérrez (con su récord de 47 escones consecutivos en los 70), Emilio Salgado, Reinaldo Costa, Félix Pino y el “bombero” Orestes González.
Pedro Ramos (década del 50 hasta la del 70) obtuvo balance de 37-21 como abridor en las Menores, con efectividad de 4,11, pero su actuación en un total de 193 juegos demuestra su valía como cerrador.
Por las Grandes Ligas su estancia fue de las más prolongadas, pasando por Cleveland, Nueva York (primer pitcher cubano con los Yankis), donde era un taponero de lujo (32 salvamentos en apenas dos campañas), Filadelfia, Pittsburgh y Cincinatti. Fue en una ocasión al Juego de las Estrellas, disputó una Serie Mundial y terminó como uno los pitchers más jonroneros (15).
Por siete años en la Liga Cubana el de San Luis fue uno de los lanzadores más seguidos del Cienfuegos, con el cual ganó 66 y perdió 45, con una estela de 547 ponches y menos de 3 limpias por juego. En Series del Caribe ganó 5 y perdió 1 y fue campeón con los Elefantes cienfuegueros.
En México integró cinco equipos, por igual cantidad de torneos, obtuvo 50 y 38, con PCL de 3,44 y en Venezuela alternó como jugador y director.
Dagoberto Concepción (años 50) fue el primer cubano en actuar con los Mellizos de Minnesota. Muy joven estuvo con el Cienfuegos, con el cual fue campeón de la Serie del Caribe. Su paso por MLB fue efímero, entre los Senadores y los Twins, pero su velocidad le ayudó a mantenerse nueve temporadas en las Menores donde tuvo parejo balance de 46 y 46 y aportó como cerrador 85 salvamentos. También estuvo en México con los Broncos de Reynosa.
Rogelio García es recordado por su gran tenedor. Es el hombre más ponchador de la pelota cubana (2499 sin contar las Selectivas) con casi 100 o más strike outs en cuatro campeonatos consecutivos, de los siete que comandó en ese departamento.
Además, “el ciclón de Ovas” es el séptimo pitcher con más victorias en Series Nacionales (202), tercero en juegos completos, sexto en promedio de ganados y octavo en innings lanzados. Por si fuera poco, le batearon para casi 200 y su efectividad fue de 2,39.
Julio Romero (años 70 y 80) tenía una recta de más de 90 millas y una rápida slider, y empleaba dos ángulos para lanzar: por encima y el lado del brazo. Su paso por Forestales le impidió ganar más en sus inicios, aunque es el octavo serpentinero con más blanqueadas en clásicos nacionales, el lugar 18 en ganados (148) y el 13 con más ponches. Su efectividad llegó a 2,31.
Jesús Guerra destacó por su inteligencia, con 22 y 0 en eventos internacionales, toda una proeza a pesar de la calidad amateur que enfrentó. En la era del aluminio Guerra superó la centena de laureles (114), le batearon apenas 226, su efectividad fue de 2,36 y excedió los 800 ponchetes tras 13 campeonatos.
Omar Ajete (décadas del 80 y 90) es el segundo zurdo con más victorias (234) en Series Nacionales, aunque sus mejores actuaciones fueron paradójicamente en eventos con calidad concentrada de bateo, como el caso de las Selectivas, donde obtuvo primeros puestos en una decena de acápites. Estuvo en 16 Series Nacionales (9 con Vegueros, 7 con Pinar), en tres Juegos Olímpicos (en dos de ellos fue campeón), Mundiales y Panamericanos, así como cuatro Intercontinentales y dos Centroamericanos.
Destacó por su velocidad, slider y screw ball, también por su fortaleza física, e incluso luego de su retiro en el plano nacional se desempeñó en lides de Japón, Nicaragua y Colombia.
Faustino Corrales (años 80 y 90) probablemente ha sido el zurdo de curva más pronunciada en la pelota cubana de las últimas décadas. Esa arma y el control lo llevaron a implantar record de ponches en un partido, 22, y a ser el siniestro con más estrucados en las Series Nacionales (2,360), de hecho es el tercero histórico sin importar “la mano”. Es el tercero con más participación en campeonatos, sexto en juegos iniciados, décimo en entradas lanzadas, el número 13 entre los más ganadores (172-135), con efectividad de 3,29, y los contrarios solo le batearon para 230.
Pedro Luis Lazo (años 90 y primera década del siglo XXI) es el máximo ganador en Series Nacionales (257) y acumula cuatro finales olímpicas y una de Clásico Mundial. En los campeonatos cubanos recetó más de 2000 ponches (segundo histórico en ese acápite), y exhibió más de 600 de average de ganados y una efectividad inferior a las 3,50 carreras limpias por juego.
“El Rascacielos pinareño” fue pura kriptonitacuando de partidos claves se trataba, al extremo de ganar 29 y salvar 7 en play off.
Siempre fue un taponero seguro en eventos internacionales (la mayoría ante profesionales) para preservar con su velocidad y coraje las más ínfimas ventajas. Su prueba de fuego fue el I Clásico Mundial, donde dejó con la miel en los labios a big leaguers puertorriqueños, venezolanos y dominicanos. En eventos internacionales ganó 22 juegos, perdió dos y salvó 31.
José Ariel Contreras (finales de los 90 y primera década del siglo XXI) iba tercero en promedio de ganados, el número 23 entre los más ponchadores y lo había ganado todo con Pinar del Río y el equipo Cuba cuando decidió probar suerte en el béisbol rentado.
Los reflectores lo alumbraron cuando frenó a los Orioles de Baltimore en la exhibición de 1999 en La Habana, camino expedito para su posterior incursión en MLB con Nueva York, Chicago (sendos anillos de Serie Mundial), Colorado, y Filadelfia. También actuó en las sucursales de Texas y Boston y por último se retiró con los Tigres de Quintana Roo en la Liga Mexicana.
El último puesto es para Juan Carlos Oliva(década del 70 y principio de los 80) por su promedio de ganados (639) en 11 series (entre Forestales y Pinar del Río), gracias a su balance de 101 y 57, aunque también lo hizo en seis Selectivas. Olilva fue de los que bajó de tres limpias (2,46), por debajo de Maximiliano, Pino, Salgado y Costa. Para colmo, también era ponchador (más de 700), gracias a una endemoniada sinker, y le batearon poco: 235. Estuvo en 16 eventos internacionales, entre ellos dos Mundiales, dos Intercontinentales, un Panamericano y unos Centroamericanos.
Director: Juan “Charles” Díaz y “Lacho” Rivero fueron dos de los forjadores, mientras Alfonso Urquiola ha sido un emblemático director en épocas recientes. Se llevó el tope contra Baltimore y el dificilísimo torneo Panamericano Winnipeg 99, pero lo sacaron para los Juegos Olímpicos de Sydney. Luego recuperó a Pinar con el trofeo del 2014, ganó la Serie del Caribe del año siguiente, pero salió nuevamente del banquillo.
Ante estos aspirantes apuesto, sin embargo, por Jorge Fuentes. En su elección pesan sus cinco títulos en Selectivas, su otro quinteto de coronas en Series Nacionales (tanto con Vegueros como con Pinar del Río), su balance de 18 y 2 en cinco play off y su jerarquía al frente del equipo Cuba, con el cual ganó más de 150 juegos de manera consecutiva.
Desde los años 80 Fuentes fue de los egresados del Fajardo que cambiaron el panorama técnico y se fue invicto en las citas olímpicas de 1992 y 1996. A él le corresponde llevar las riendas de este Todo Estrellas.
(Tomado de OnCuba)