POR DAGOBERTO ARESTUCHE FERNÁNDEZ
«Quienes jugamos cuando Víctor Mesa era el mentor de los Cocodrilos reconocemos el rigor con que dirigió, pero también que ese propio sistema nos sirvió para forjarnos, porque sus enseñanzas fueron más allá del deporte».
Así manifestó Aníbal Medina Pérez, el joven camarero de los Cocodrilos de Matanzas, en entrevista exclusiva para esta redacción, momentos antes de trasladarse hasta los terrenos del Victoria de Girón para realizar una jornada de preparación técnica como parte de su rehabilitación.
«Desde hace más de dos meses, y luego del pelotazo que recibiera del lanzador derecho Alyanser Álvarez, de Mayabeque, en la segunda comparecencia al cajón de bateo el 12 de agosto último, los médicos me dieron de alta.
«Fue una recta elevada que no pude esquivar y me produjo una fractura en el hueso molar. Me operaron en el hospital Faustino Pérez, y agradezco mucho al equipo médico, tal es así, que a los 60 días estaba recuperado.
«Cada tarde, tres días a la semana, voy al estadio con los técnicos Ramón Benítez y Landy Arcos, y los dos restantes acudo a un gimnasio en Versalles, para la preparación física, apoyado por el profesor Alexis».
Aníbal dijo que está exento de la temporada beisbolera provincial –marcha por semifinales–, y que los actuales entrenamientos se centran en la 59 Serie Nacional, «pero también para cualquier torneo al que sea llamado e, incluso, tengo en cuenta el histórico acuerdo suscrito entre la Federación Cubana y las Ligas Mayores del Béisbol (MLB) de Estados Unidos».
Aníbal, que nació el 18 de agosto de 1991 en la finca San Pedro Ferrán, en Corralillo, Villa Clara, regresa al diálogo inicial y cuenta una de las anécdotas, de las que estuvieron colmados los años en que la “Explosión Naranja” dirigió a los Saurios.
«Cada vez que cometía un error, y los demás también, al concluir el juego había que fildear una caja de pelotas. ¿Cuántas?, 50, 60, 70 rollins. Parecerá una medida drástica, pero te hacía concentrarte al máximo en el próximo encuentro y cumplir con el objetivo: jugar bien, entregarte por completo y estar atento siempre.
«No solo a él, sino al también profesor Víctor Figueroa agradezco cuanto he logrado, y considero que, si vas a jugar, defender tu franela, por el bien del béisbol y respeto al público, hay que ser disciplinado en el terreno y fuera de él. Directores y demás técnicos están para formarte, o si no es el caos, y eso nadie lo quiere».
Habla entonces de su llegada al equipo élite, cuando jugó dos temporadas inicialmente bajo el mando de Wilfredo Menéndez y luego las primeras cuatro con Víctor. «Acababa de salir de las filas juveniles, con 18 años. Categoría esta con la que hice el equipo Cuba al Panamericano de Venezuela, en el que promedié 300, de 30-9.
«Estuve seis años de jugador de cambio, bajo la sombra de José Miguel Fernández, una estrella en la intermedia, al extremo de que ahora juega en la MLB. Su salida permitió que asumiera como regular, y gradualmente adquirí las herramientas para desempeñarme con el guante y el bate. Eso sí, me entrego en cada partido para rendir el máximo».
Y si bien estuvo cerca de hacer el equipo para el Clásico Mundial del 2017, con un año envidiable para cualquier camarero, al fildear y batear de lujo, agrega: «Sí, quedé entre los últimos 50 peloteros de la preselección nacional, y me entregaron el traje, pero luego se decidieron por otros. Lastimoso fue el pelotazo que impidió que pudiera defender a los Cocodrilos en esta 58 SNB».
El reconocido pelotero recordó cuando en su primera experiencia en Series Nacionales su oportunidad al bate fue de emergente por Yoandri Garlobo, y dio jonrón al entonces equipo Habana. Al verlo, llama la atención que su corpulencia sea superior a la que habitualmente percibimos de él: «Sí, los médicos me indicaron aumentar de peso; estoy en 81 kilogramos, lo ideal para mi estatura de 1,76 m. Ahora debo mantenerlo».
DE LAS LOMAS AL YUMURÍ
Medina llegó a Matanzas mucho antes de lo que algunos imaginan: «Tenía 14 años cuando me presenté en Villa Clara, pero no me admitieron en la Eide porque era pequeño y poco corpulento. Entonces un amigo de Ofelio, mi abuelo materno, le habló de Matanzas. Vine y matriculé en la de acá como lanzador, porque las demás posiciones estaban ocupadas. El curso había avanzado».
En la categoría 15-16 tuvo entre los preparadores a Guillermo Heredia (padre), y con él comenzó en la intermedia, y terminó en los juveniles con Mario ‘Mayito’ Domecq como director. «De todos recibí la savia del conocimiento».
Estudiante de primer año de licenciatura en Cultura Física, Aníbal concluye: «Me siento bien, mi vida es la pelota, y cuenten conmigo, defenderé a mi equipo en la próxima Serie Nacional. Me recupero con la misma pasión con que juego».