Por Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Ha pasado mucho tiempo y demasiada pelota, para comprender lo que es un pelotero completo, el mejor, el que todo, o casi todo lo hace bien, sin lagunas técnicas ni tácticas. Es más difícil serlo, que jonronero o veloz; muchas virtudes en una persona. Debe llevar el béisbol en la sangre, un olfato que le permita estar en posesión de la verdad, sin fisuras, capaz de hacer lo correcto en el momento preciso.
En una palabra, ser eficiente, lograr la mayor productividad, términos económicos aplicables a cualquier esfera de la vida. Ese atleta debe, en primer orden, ayudar a la causa del equipo, después a sí mismo, en una relación biunívoca hombre-béisbol. Por nuestras series han desfilado jugadores que pueden recibir tal epíteto. Otros muy grandes, con lugar seguro en el Salón de la Fama del Béisbol Cubano, pero no fueron completos.
Antes de 1959 se mencionaban Orestes Miñoso, Tony Taylor y otros; en ellos no nos detendremos. Veremos algunos amateurs de los clásicos invernales, a pesar de que esa palabra fue borrada de la Carta Olímpica y sus estatutos, al profesionalizarse por decisión de la IBAF (siglas en inglés de la Federación Internacional de Béisbol). Con tal paso, la organización pudiera cavar su sepultura, que comenzó con la separación de este deporte de los Juegos Olímpicos.
Cuando nos referimos a un pelotero completo, no quiere decir perfecto; está por nacer. Sería más difícil que lanzar un juego inmaculado. No he conocido ninguno perfecto. Temática polémica. Trataré de ser objetivo, sin dejarme llevar por el apasionamiento; difícil para un cubano.
El pelotero perfecto debe reunir:
-La técnica de bateo de Casanova.
-La fuerza al bate de Yosvany Peraza.
-El tacto de Urbano González.
-Lo oportuno de Lourdes Gourriel.
-Impulsor como Pedro José Rodríguez.
-El average de Omar Linares.
-La distribución de bateo de Casanova.
-Batear detrás del corredor como Pedro Jova.
-Fildeador de flies como Reinaldo Mantecao Linares.
-Hacia delante como Pepito Estrada.
-Hacia atrás como Rigoberto Rosique.
-A la derecha como Casanova.
-A la izquierda como Fermín Laffita.
-Deshacerse de la bola para tirar, con la rapidez de Alfonso Urquiola.
-Fildeador de rollings en los jardines, como Casanova.
-La fuerza en el brazo de Tomás Valido.
-La precisión para tirar a las bases de Fermín Laffita.
-La inteligencia de Alfonso Urquiola.
-La intuición de Rodolfo Puente.
-Tirar cuándo y dónde hay que hacerlo, como Casanova.
-La picardía de Félix Isasi.
-Correr y jugar con la fuerza de Silvio Montejo.
-La fiereza de Pedro Luis Lazo.
-La rapidez de Wilfredo Sánchez.
-Correr de home a primera como Amado Zamora.
-La rapidez entre bases de Yobal Dueñas.
-Robador de bases cual Antonio Ñico Jiménez.
-La espectacularidad de Víctor Mesa.
-La explosividad de Pedro Chávez.
-El coraje de José Antonio Huelga.
-La consistencia de Braudilio Vinent.
-El carisma de Manuel Alarcón.
-El respeto de Don Miguel Cuevas.
-La disciplina de Fidel Linares.
-El ejemplo personal de Omar Linares.
-El colectivismo de Antonio Muñoz.
-El enfrentamiento a la adversidad de Carlos Kindelán.
-La perseverancia de Jesús Guerra.
-El sentido de la ubicación de Luis Giraldo Casanova.
-La versatilidad de Casanova (jugó ocho posiciones).
-El liderazgo de Antonio Pacheco…
Pueden faltar elementos básicos que retomaremos, así como nombres que ejemplifiquen lo expuesto; hay muchos, pero los seleccionados, sin dudas, ofician como paradigmas. Un pelotero que reúna tales características, no sería el más completo, sino perfecto. Si fuera posible reunir un equipo así, jamás perdería un solo desafío. Pero es una posibilidad formal; quizás primero caiga la Luna sobre la Tierra, o se una el Mar del Sur al Mar del Norte.
Quiero aclarar que el vueltabajero Omar Linares ha sido, sin duda, el jugador más grande de las Series Nacionales y más allá, al extremo de unirse al encumbrado Martín Dihigo en el Salón de la Fama Mundial, con sede en Canadá. El Niño es incomparable, por encima de todos. Mas decidí cotejar en el terreno a dos de los jardineros más importantes.
Así las cosas y por eliminación, nos quedamos con los dos del finado José Luis Salmerón, en un artículo de hace años para el semanario Jit: Víctor y Casanova. Aunque al final expondré sus estadísticas, no sería justo ir solo a los numeritos. Si así fuera, el primero no resistiría la comparación en ningún casillero, ofensivo ni defensivo, con excepción del robo de bases, renglón que no necesitó el Capitán, pues su frecuencia de carreras anotadas es superior, y que yo sepa, es el objetivo del robo, incluyendo el home.
Víctor fue un peloterazo de la gorra a los spikes. Pudimos haberlo visto varias campañas más, nadie lo superaba al momento de su despedida, aunque lo movieran al left, por el empuje defensivo de Pepito Estrada. Una decisión antipopular nos privó de su agradable y necesaria presencia. Reunía características de showman, quizás el Sammy Davies Jr. del béisbol cubano, un espectáculo capaz de levantar de sus asientos a los presentes en el estadio y a los televidentes.
Se me antoja comparar a Casanova con Frank Sinatra, más mesurado, pero de superior productividad. A quien llamaron La Voz, mantuvo la calidad por más de seis décadas, y por entonces había sido el cantante con más discos vendidos en el mundo, relegando a Elvis Presley, Johnny Mathis, y Ray Coniff, por ese orden. Cuando actuaban juntos, Sinatra opacaba a Davies. Salvando las distancias del deporte y el arte, el ejemplo sintetiza la idea.
Espectacularidad no es sinónimo de eficiencia. Algunos, al tratar de hacer más grande lo bueno, cometen imprecisiones. Quienes tuvimos el placer de ver a Víctor, recordamos algunas, aunque quedáramos con la boca abierta ante el esfuerzo no correspondido con el resultado. La eficiencia premia el resultado, no el esfuerzo. Si hay dudas, pregúntenle a un jefe de lote cañero.
Víctor era más rápido que Casanova en las bases, no más inteligente para correrlas; más robador. Hacía espectaculares, por su temperamento sanguíneo, jugadas que Casanova construía limpia y tranquilamente. He ahí la eficiencia. Casanova era un pelotero de 2 x 2 = 4, he escuchado a menudo. A veces vi cómo Víctor, sin posibilidad de out, tiraba a homepara permitir que los corredores avanzaran, traicionado por la espectacular fogosidad. Eso era difícil verlo en Casanova; solo tiraba cuando el out era posible.
El pensamiento táctico es decisivo. Mesa podía tirar a primera para sorprender al corredor-bateador, una jugada arriesgada que no se computa. Sería interesante conocer cuántas veces fue efectiva o permitió avanzar a la segunda almohadilla. Me gustaba, pero dudo su eficiencia. Tales situaciones no eran la media, pero en un análisis tan pormenorizado, tenemos que ir a las minucias. Son aspectos que no se llevan a los libros, pero hacen morderse la lengua a entrenadores y demás entendidos.
Veamos las características señaladas, para intentar acceder al más completo:
-La técnica de bateo de Casanova ha sido la mejor, distribuida equitativamente hacia los tres ángulos del terreno: 34% al center, 31 al left y 35 al right field.
-Casanova tenía más fuerza al bate.
-El mejor tacto era de Casanova.
-Casanova fue más jonronero.
-La frecuencia de dobles y triples fue superior en Casanova.
-Casanova fue más oportuno, solo lo superaron Gurriel (algunas veces) y Cheíto.
-Casanova fue más impulsor.
-El average de Casanova fue superior.
-Casanova fue mejor bateador detrás del corredor.
-Eran similares en los flies.
-Hacia delante, la esprintada de Víctor fue mejor.
-Hacia atrás, ambos fueron geniales.
-Similares a la izquierda.
-A la derecha Casanova fue superior.
-Casanova, para tirar, se deshacía con más facilidad de la bola.
-En los rollings a los jardines, Casanova ha sido el mejor.
-El brazo de Casanova era más potente.
-Casanova tiraba a las bases con más precisión.
-Víctor fue muy inteligente; Casanova genial.
-Ambos poseían una prodigiosa intuición.
-Casanova fue superior tirando cuándo y dónde debía ser.
-Víctor fue más pícaro.
-Víctor fue más rápido, corría con más fuerza.
-De home a primera, Víctor lo superó.
-Corriendo entre bases, la precisión de Casanova fue mejor.
-Víctor fue más robador de bases, más explosivo.
-Ambos fueron corajudos, consistentes.
-Con estilos diferentes, fueron carismáticos.
-Casanova era más respetado por los lanzadores.
-Casanova fue más disciplinado, expulsado en una sola ocasión. Víctor varias veces.
-Los dos fueron peloteros ejemplares, con alto espíritu colectivista.
-Ambos enfrentaron las adversidades con estoicismo.
-Víctor fue más perseverante.
-Casanova tuvo un mejor sentido de la ubicación para fildear.
-Casanova ha sido el pelotero más versátil de nuestras Series Nacionales, solo le faltó pitchear. En las ocho posiciones lo hizo bien.
-Ambos fueron líderes.
Si profundizamos, veremos que cuando jugaban juntos, Casanova era tercero y cuarto bate, mientras Víctor ocupaba turnos de menor responsabilidad. Sucedió con todos los directores, ambos en plenitud de facultades.
Algunas jugadas no se recogen en las estadísticas cubanas. Roberto Clemente, el pelotero con quien más se ha comparado a Casanova en el exterior, obtuvo entre otros galardones, el de ser cinco veces líder en la captura de hombres en intentos de ganar bases extras. Si estos datos existieran, Casanova estaría entre los primeros.
Agradecí personalmente a Salmerón, con quien tuve buenas relaciones, que hubiese publicado el artículo. Me estimuló para dejar constancia de que el más completo de nuestras Series Nacionales, ha sido Luis Giraldo Casanova Castillo. Los datos que aquí ofrecemos se ajustan a la realidad; tratemos de leerlos sin apasionamientos, y me pongodelante como el burro, para que no se espante.
Algunos se decidirán por Víctor bajo el principio de la espectacularidad. ¡Tanta importancia le conceden! Reza un viejo refrán que para gustos se han hecho los colores. En tal caso, cualquier fanático, o profesional del béisbol, puede decidirse por uno o el otro; es obvio. A usted podrá gustarle más una chuleta de cerdo, riquísima, que un bistec de palomilla, pero jamás podrá decir que la primera es mejor que la segunda, más nutritiva y digestiva. No rechazo la polémica, la busco y necesito, como todo buen cubano. De la discusión sale la luz, como sentenció el Maestro.
Por otra parte, ninguno de estos planteamientos tiene la intención de demeritar a los especialistas, ni a este par de estelares a quienes admiré y admiro, como todo el pueblo de Cuba. Ellos pertenecen al patrimonio de la cultura nacional. Como amante de las bolas y los strikes, me siento orgulloso de tener peloteros tan grandes en todas las épocas. Para los presentes y desaparecidos, la eterna gratitud y respeto.
Quiero concluir este trabajo con las palabras del propio Víctor Mesa, en el Parque “Roberto Amarán”, de la ciudad de Pinar del Río, una mañana de domingo, en la temporada XLVIII, cuando ambos eran managers y logré convocarlos. La Explosión Naranja es un fiel admirador de su amigo:
Cuando uno se establece, se da cuenta, oye las comparaciones, entonces comienza a pensar. Por eso les decimos tanto a los muchachos que se dediquen, que se entrenen, que piensen que pueden llegar a hacer cosas grandes. Mira para Casanova, todo el mundo se comparaba y lo comparaban con Casanova, ése era el medidor. ¿Qué pasaba? Uno quiere hacer y quiere llegar a lo máximo y se encuentra jugadores de esa talla. Entonces se mira en él. Mira, yo era un pelotero normal, no extraordinario ni nada de eso, yo era un luchador del béisbol. Él dice que yo me destacaba por la explosividad que nunca él tuvo, que en realidad tampoco le hacía falta. Fíjate, te voy a hacer una anécdota que nadie la sabe ni se dice. Cuando llegábamos juntos a cualquier parte, al que le caían atrás los scouts era a él, después nos cayeron a otros, pero él fue el primero y tiene el mérito de estar aquí con nosotros. Cuando llegué al equipo Cuba, Casanova ganó la Triple Corona, en la Copa Intercontinental de 1981, en Edmonton, Canadá. Yo hice el equipo en 1980, pero me fracturé la muñeca y fue en 1981 cuando debuté en realidad. Él dice que mi llegada al equipo grande significó su traslado al jardín derecho. El problema era que un jugador con mi sangre no cabe en las esquinas, necesita mucho campo y ese solo está en el center field. Cuando uno ama lo que hace, entonces se entrega sin reservas. Con Casanova pasaba exactamente igual, jugaba hasta enfermo o lesionado, con un amor propio digno de admirar, aunque más pausado, su sangre corre un poco más lenta por las venas que la mía. Hay que hacer cosas en el terreno de pelota. Al que le gusta, se entrega con todas sus fuerzas.
Bendito un país que tiene tantos estelares desde mediados del siglo XIX hasta hoy. Víctor y Casanova: ¡Qué clase de yunta!
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