Por: Michel Contreras
Si alguna vez visito los Estados Unidos, una de las cosas que no dejaré de hacer –junto a entrar en Cooperstown e ir a Monument Park– es conocer personalmente a unos cuantos amigos con quienes me escribo a menudo, casi siempre pelota mediante. Entre ellos está Rolando Arrojo.
Lo entrevisté una vez para este mismo sitio, y desde entonces hemos intercambiado unos cuantos correos electrónicos. Servicial a tiempo completo, el otrora lanzador de Series Nacionales,
Equipos Cuba y Ligas Mayores ha respondido cada mensaje mío con la llaneza del guajiro de San Juan de los Yeras que aún respira en su larga anatomía. Esta vez no fue excepción…
Alarmado por una infinita sucesión de lesiones graves en los pitchers del mejor béisbol del mundo (extensiva por supuesto al de nosotros), le pedí al inolvidable derecho que me diera su opinión sobre las causas de dicho fenómeno. Él, solícito, me ha enviado estos párrafos…
“En los últimos años las lesiones en el codo de los lanzadores van en aumento y con ello también el número de cirugías. ¿Qué estará pasando?, es la pregunta que muchos nos hacemos.
Mi nombre es Rolando Arrojo y vengo de un país donde el béisbol es pasión y donde practicarlo y rendir, te da la posibilidad de viajar a otros países y de esa forma vivir algo mejor y ayudar a tu familia. Donde jugar bien es un premio y hacer el equipo nacional, un privilegio. Y lo recuerdo perfectamente: nunca un lanzador de mi época fue al salón de operaciones.
¿Por qué? Pues porque se entrenaba con un alto nivel de conciencia y disciplina, siendo el coach de pitcheo el máximo responsable de la preparación de los lanzadores.
En mi experiencia particular tuve la dicha de contar con grandes preparadores y pongo como ejemplo al señor Pedro Pérez, ex entrenador del equipo nacional de Cuba y con experiencia en el béisbol profesional de los Estados Unidos. Un coach con una visión increíble de cada uno de sus lanzadores: siempre nos enseñaba que un buen lanzador debe estar fuerte en su parte baja del cuerpo y flexible en la parte alta, y con esa premisa entrenábamos todos.
Tuve la suerte y el honor de jugar en el mejor béisbol del mundo y sin esa preparación que recibí hubiera sido imposible conseguirlo. Acá en la MLB me tocaron también excelentes adiestradores como Rick Williams en Tampa Bay y Marcel Lachemann en Colorado. Nunca faltaron a un entrenamiento con sus pitchers y siempre mantenían una estrecha comunicación con ellos.
Si en algo puedo ayudar, quisiera inculcarles a los lanzadores jóvenes la importancia de prepararse debidamente para hacer su trabajo. Que tomen como ejemplo a Pedro Martínez, quien entrenaba como el que más y ponía su prioridad en las carreras. No era un lanzador alto ni corpulento, pero lucía como un gigante en la loma. Podía lanzar más de 200 entradas todos los años y nunca lo vi quejarse de dolores en el brazo.
Otro ejemplo, en este caso de un cubano: Orlando El Duque Hernández llegó a lanzar más de 3000 innings a lo largo de toda su carrera. ¿Cómo lo logró? Simplemente, corriendo todos los días.
Es por esto que recomiendo sinceramente no descuidar las carreras y los estiramientos musculares. El gimnasio es muy bueno, pero es preciso saber el peso y tipo de ejercicios que necesita cada caso particular. Debemos educar nuestro cuerpo a correr y correr. Me atrevo a asegurar que mientras más nos cansemos corriendo, menos nos cansaremos lanzando”.