Por: David Díaz
Es sumamente indiscutible que persistirá por lo largo de los siglos –aunque no creo que la Serie Nacional tenga larga vida- el molesto síndrome de la metamorfosis. Es como que a nuestros ojos, a nuestra mente o a nuestra calma se les niega la estabilidad, porque cada temporada, varios equipos tienen la necesidad forzada de mutar de directores –por no poner el dedo en la boca del lobo que representan los cambios de jugadores- ante la impotencia de no lograr un rendimiento propuesto.
La Serie Nacional no pueda estar quieta y disfrutar de la estabilidad de un proyecto duradero, sin apenas cambio y musical ante todo. Por eso, al espectáculo se suma ver el carrusel de directores que ante nuestros ojos pasan, siempre con el vivo aliciente de la búsqueda de mejores resultados, que muchísimas veces trascienden al mismísimo cambio de estrategas. Pero ante el desespero, todo se espera y por eso no asombran las incongruencias.
Sucede que los equipos grandes se ahogan cuando se ven con la soga al cuello, sin ni siquiera ejecutar el golpe definitivo. Sencillamente es así, a veces la incapacidad para enfrentar los bajones termina por tomar decisiones que pueden devenir fallos. Pinar del Río, tras la sarta de declaraciones destapadas por Alfonso Urquiola en aquella recordable entrevista viral en las redes sociales, recurrió a la sazón a la sapiencia de Ricardo Gallardo y este, como buen servidor, le devolvió a su provincia el sabor de un subcampeonato en la Serie 55.
Su provincia, en franca retribución, tuvo la deferencia de cortarle los hilos de la dirección, tras la infructuosa travesía de la escuadra vueltabajera en la actual temporada. No esperaron a que la campaña concluyera y tuviera un nuevo titular y un nuevo subcampeón, el tiempo es oro habrán dicho, y ya a estas alturas del campeonato, Pinar del Río tiene cara nueva en el asiento de manager para la contienda 57.
Pero no es una cara a secas. Sino una cara conocidísima, un rostro habitual de revistas y periódicos como lo es el de Pedro Luis Lazo, quien siempre estará presente en cualquier polémica que gire alrededor de encontrar al mejor lanzador de la pelota nuestra, en su versión de Series Nacionales y Selectivas. A mí, en lo particular, me llama la atención varias cosas sobre la designación del conocido Rascacielos pinareño como timonel de la armada veguera, sobre todo que hace casi un mes el mismo Urquiola quejoso del 28 de marzo de 2015, decía que estaba dispuesto a retornar al alto mando de su territorio y esa afirmación fue obviada.
Si se busca el regreso a la senda exitosa, nada más inteligente que aceptar el ofrecimiento de todo un virtuoso en la pesada faena de dirigir equipos de pelota como él. Sí, en plural, porque Urquiola no es Pinar del Río, Urquiola es Cuba también. Ahora se le pregunta a cualquier aficionado que diga a su gusto los tres mejores directores que podrían prestigiar la selección nacional, y es bastante probable que entre los nombres de Rey Anglada y Jorge Fuentes, aparezca el de Alfonso. Tal vez su no convocatoria obedece a rencillas internas que nosotros, desde fuera, desconocemos. Nadie sabe.
En cuanto a Pedro Luis, nadie duda de su singular empatía, de su vitalidad dentro y fuera de un terreno de pelota, de un carácter bonachón que puede convocar a las masas. A su favor también agregar que será un asesor apreciable para el cuerpo de pitcheo y que contará entre sus subordinados a varios jugadores con los que sostiene una estrecha amistad, de cuando el máximo ganador de partidos (257) en Series Nacionales era pieza activa. Eso es harto importante para crear una dinámica ganadora en cualquier equipo, lo que no se puede es perder de vista el exceso de confianza, muy dañino.
Pero sobre Lazo cae un peso grande, el de la inexperiencia. Una daga filosa que está en manos de los aficionados o mejor dicho en sus bocas, que se encargan de decir que el pinareño tiene mucha carretera en los diamantes beisboleros, pero las ruedas se ponchan en labores de estratega. Algo que es verídico, puesto que el otrora lanzador ni en Cuba, ni en las ligas mexicanas en las que se enroló ocupó funciones de director. De cualquier forma, lo mejor es esperar y no adelantarse a los acontecimientos, ya que la historia recoge a cuentagotas casos de inexpertos que han alzado el trofeo.